El edadismo es la discriminación por edad y el problema de la vejez radica en toda la sobrecarga conceptual que le se le ha impuesto. Lo viejo se descarta, queda apartado, no sirve, repensarnos desde otros parámetros puede volver la vida mucho más vivible e inolvidable.
Hace unos días atrás hablaba con mi psicóloga sobre la edad, en un momento me preguntó de cuántos años me sentía y le respondí que en función de las cosas que pretendo hacer, de cómo me siento y de cómo yo veía tener 48 años, me sentía de 20 años menos. Sin embargo en el momento en que lo dije, algo me hizo ruido interiormente.
El tema de la edad es parte de uno de los tabúes de la sociedad, a muchos les cuesta decir cuántos años tienen y no es vanidad, sino que el concepto de vejez o envejecer es otra de esas tantas palabras que tienen mala prensa y mucha connotación negativa.
Parece ser un placebo escuchar que tenés un par de años menos y debo decir que detesto que me pregunten cuántos años tienen las personas, porque sé que si digo más años, eso suena a tragedia e insulto, porque la reacción es directamente proporcional a que le decís viejo o vieja a alguien.
Y es que el problema radica en toda la sobrecarga conceptual que le impusimos a la vejez.
Lo viejo se descarta, queda apartado, no sirve, quizás por ello tanto tratamiento para ocultar arrugas, canas, para parecer eternamente jóvenes como si vivir en los 20’ o por lo menos en una década menos fuera el ideal.
Precisamente en este repensar mis dichos y el tema de la edad que quería tratar en esta columna, me apareció en instagram una entrevista a la actriz inglesa Hellen Mirren, quien hizo de la Reina Isabel en una película.
El periodista le dice cómo hacer para tener ese espíritu joven y ella con total seguridad manifiesta que “la realidad es que uno envejece, soy una persona grande, yo no soy joven, ni estoy llena de un espíritu joven, estoy llena de la vida vivida hasta este momento” y eso caló hondo en mi ser con el sentido de entender lo maravilloso que es el paso del tiempo.
Al escuchar esto, sentí que esa precisa respuesta era la que necesitaba darme y responder adecuadamente a mi psicóloga.
Hay mucho marketing en la juventud, pareciera que todo lo bueno sucede entre la adolescencia y las primeras décadas, pero ya pasar los 40 para muchos se vuelve incómodo y difícil de decir y asumir, a veces pienso que muchos creen que hay una dimensión desconocida cuando se atraviesan ciertas etapas.
La verdad es que me siento maravillada con el paso del tiempo, hay algo de lo que no se habla y es que cuando somos conscientes del mismo, le sacamos el máximo provecho, hay un sentimiento de poder que te lo da la sabiduría de haber caminado en la vida.
Porque si me pongo a pensar, la Laura de los 20 tenía mucha menos decisión, coraje y amor propio, que la laura de hoy, obvio que mi cuerpo era otro, mi piel, mi pelo, el tiempo ha trazado cicatrices físicas y álmicas en el mapa de mi geografía, pero aprendí y descubrí que el paso del tiempo te da la libertad de pensar de acuerdo a lo que vibra en tu esencia, más de lo que te dice el entorno y el acoso constante de mandatos que grita la sociedad de cómo deberíamos ser o vernos.
Por eso hoy los invito a sentir el espíritu de quienes son, en el tiempo transitado de esta vida, porque es maravilloso sentir orgullo de haber caminado este existir con todo lo que conlleva, con todo lo reído, llorado, con el maquillaje corrido, y los vinos compartidos, con las charlas a corazón abierto, con los amigos, amores, con el trabajo que nos elevó y con todo lo que hicimos de más y quizás no llegamos, hoy es tiempo de dejar de mirar con resentimiento las arrugas que aparecieron, la gravedad que hizo de las suyas, dejemos de ocultar nuestra edad como si fuera un pecado y asumamos que el mejor espíritu que nos define es el de una vida bien vivida.