En nuestro Valor Agregado dialogamos con Roberto Bisang, economista y Profesor Titular de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, quien señaló que «Argentina atraviesa un quiebre histórico en distintos planos y cada uno de los argentinos tiene una posición tomada al respecto».

Agregó que «dentro de eso, está claro que el modelo productivo del país, que hemos acumulado a lo largo de décadas, no parece dar respuesta a los desafíos que la sociedad le plantea. No genera empleo de calidad, ni en cantidad, está mal distribuida la actividad económica, los conurbanos son un problema casi insoluble, etc. Todo eso conduce a la necesidad de repensar la matriz productiva a futuro y ahí es donde entra el maíz».

Recalcó que «Argentina tiene la posibilidad de generar una cantidad casi infinita de materia verde para ser transformada después en alimentos terminados, alimentos funcionales, en bioenergía y biomateriales. Entonces, desde ese punto de vista, la preocupación del panel que vamos a tratar en MAIZAR, es ¿cuánto valor se le puede sacar a todo el proceso de generación desde que usted decide sembrar hasta que agota el último producto generado por el maíz?».
 
Maíz antes del Maíz
 
Afirmó que no solo se trata del grano del maíz, sino de todo el valor agregado que se genera antes de sembrar, porque hay una industria de fertilizantes, fabricantes de semilla y un conjunto de operadores agropecuarios tremendamente sofisticados, entre otros.
 
 «Hay un maíz antes del maíz que es tremendamente importante valorizarlo. además, está la producción de la planta en sí, la cual se empieza a utilizar obviamente por el grano de maíz, pero también el marlo termina siendo una materia prima para bioenergía. O sea, lo que interesa es la planta , el proceso y todos los derivados que vienen en la segunda y tercera transformación», explicó.

Bisang sostuvo que «la gente no percibe como insdustria la transformación que va desde la biomasa (planta completa de maíz), hasta el producto alimenticio terminado final o el insumo químico, pero es transformación industrial al palo, porque a la materia prima se la convierte en otra cosa, sea utilizando una máquina o sea utilizando un ser vivo. Esto se denomina, segunda fase de transformación industrial. Además, podríamos llamar una tercera vuelta a la molienda seca, donde se transforma la harina de maíz, por ejemplo, en corn flakes para tomar el desayuno».

También indicó que la pregunta que se hicieron fue, ¿cuánto puede mover la rueda económica el maíz? ¿Cuánto se le puede sacar de valor agregado?.

«Para eso vamos a presentar es un modelo de simulación con distintos objetivos. Es una técnica que permite decir si se arranca con granos de maíz y se manda todo al puerto, genera cierta cantidad de empleo, exportación y valor agregado, y le paga al productor. En cambio, si se envía la mitad y la otra mitad se transforma localmente en bioenergía eso tiene un efecto multiplicador, lo cual genera empleo, arraigo y dólares por exportación, o dólares por sustitución de importar, de dejar de importar algo», expresó.

Por otro lado, el economista destacó que «un grano de maíz en el fondo es energía cordobesa concentrada después de un proceso de fotosíntesis y de ahí viene el lema del Congreso, «liberemos la energía del maíz para mover a la economía del país», porque al romper ese maravilloso granito y transformarlo en alimento, bioenergía o biomateriales, o incluso en servicios a la naturaleza como es la captura de carbono y demás, mayor valor estamos generando en una economía que está deseosa y reclamando un modelo productivo industrial distinto al que tenemos. Allí está la clave».
 
 



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Imagen: Infocampo