EL PODER Y EL AMOR: LLARYORA Y UN DESAFÍO QUE SE ANTICIPÓ
- 15/02/2024 12:31 hs
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La pulseada por la frustrada ley base de Milei lo puso al gobernador en el centro de la pelea. El proyecto del cordobés para nacionalizar el debate sobre las privatizaciones y la defensa del interior productivo
“En política no hay sorpresas, hay sorprendidos”. Lejos de envejecer, la frase acomoda y se acomoda en la pavorosa urgencia argentina.
Javier Milei apostó, desde lo simbólico al menos, a cargar sobre las espaldas del congreso los 100 años de decadencia argentina que comenzaron, según él, con el populismo de Irigoyen. Ya estaba anunciado su desdén a la política, cuando inauguró su gobierno de espaldas al congreso.
El cambio que propone Milei está inspirado por un sentimiento revolucionario: las revoluciones no se negocian, no se acuerdan no deliberan. Aún a pesar que la espada de su gobierno era un proyecto que iba a impactar de lleno en la vida de cada argentino, cualquiera sea su actividad.
Milei imaginó una revolución y así sufrió su primera derrota, porque la República no está pensada para hacer una revolución, la República por definición es gradualista, es negociación, es límite.
El único sustento para un proyecto fruto de la elaboración mental de Federico Sturzzenegger, era la legitimidad que le otorga el respaldo de 54% de los votos.
Milei también dijo vamos por todo.
Grave error: en 2011 Cristina Fernández avalada por el 54% de los votos, (los sacó en primera vuelta), dijo vamos por todo y meses después se produjo una marcha histórica en contra de su gestión que marcó a fuego el resto de su gobierno.
El sueño de Milei tiene una piedra basal: un programa de estabilización de la economía sobre la base de un fuerte ajuste monetario y fiscal que implica un brutal impacto en la economía de las provincias.
Apoyar/rechazar, o al revés, el proyecto le dio a Llaryora una exposición vertiginosa que ni siquiera Dela Sota ni Schiaretti lograron tan rápidamente
La enorme visibilidad por la que tanto debieron trajinar De la Sota y Schiaretti, hoy arropa al sanfrancisqueño, gracias a un presidente que apenas aterrizó de su primavera política en Europa, lo volvió a elegir como blanco de sus críticas.
En tiempos libertarios, Llaryora copó el escenario porteño como un gobernador aliado/adversario que más protagonismo tuvo en el debate.
El riesgo que analizan en su entorno es que la sobreexposición termine depositando al Gobernador en uno de los extremos de la nueva grieta que se abre entre los argentinos. Más siendo el gobernador de la provincia en la que. aún hoy, mejor imagen tiene Milei.
Durante la negociación en Diputados, Llaryora mantuvo una dura pulseada que le permitió subirse al ring con el propio presidente Javier Milei. Todo un éxito político.
Llaryora encolumnó a los integrantes de Hacemos Coalición Federal, tras la negativa a las retenciones y la producción industrial Reclamó por los biocombustibles y logró que las empresas públicas nacionales de la provincia salieran del listado de privatizaciones: Servicios de Radio y Televisión (SRT) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Nucleoeléctrica Argentina, Dioxitex y Fabricaciones Militares de Villa María y Río Tercero y la Fábrica de Aviones (Fadea).
Ese allí donde creen que Llaryora puede encontrar el espejo que le devuelva una imagen novedosa, alejada del intervencionismo estatista y distinta a la privatizadora de Milei. “No se puede sostener un programa fiscal solo con ajuste”, dice Llaryora, y se desmarca.
Fadea , un emblema
La Fábrica Argentina de Aviones “Brig. San Martín” S.A. (Fadea), pasó de ser orgullo nacional a mediados del siglo pasado, a perder todo su potencial productivo, fruto de los desgastes de políticas erráticas. En los 90, fue privatizada y reestatizada en 2009.
La empresa, donde trabajan 939 personas, mantiene contratos con el Ministerio de Defensa y con la Fuerza Aérea para la fabricación del avión Pampa (la gran apuesta) y la modernización del Hércules.
Además, hace mantenimiento de aviones de Latam y a Aerolíneas Argentinas, Flybondi y Jetsmart Argentina.
Para el gobierno de Llaryora, Fadea está cargado de simbolismo.
Desde allí surgió, en los tiempos de estar concesionada a la estadounidense Lockheed Martin, la célebre frase de Menem prometiendo desde Córdoba un “sistema de vuelos espaciales por el que desde una plataforma de Córdoba esas naves van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratosfera y desde ahí [van a] elegir el lugar adonde quieran ir. En una hora y media podemos estar desde la Argentina en Japón, en Corea o en cualquier parte”.
Pero hay más: fue un sanfrancisqueño, Domingo Cavallo, el impulsor de las privatizaciones de las plantas de fabricaciones Militares que generaron desocupación y buenos negocios inmobiliarios para muy pocos.
Llaryora, otro sanfrancisqueño, percibe la oportunidad de escribir otra historia, la suya.
El gobernador de Córdoba tiene su propio plan: que la provincia se apropie de la empresa y sume capital privado bajo la órbita pública provincial. Para ellos ya hay un proyecto y un nombre: Fernando Sibilla, el hasta ahora presidente de la Agencia de Competitividad de Córdoba.
El comunicado oficial indica que el nuevo equipo directivo “posee extensa trayectoria en el ámbito empresarial, de la gestión y de la defensa.
La confluencia público privada que intenta ser la marca en el orillo de la gestión cordobesa.
Que el gobierno de Milei designe en un lugar estratégico a un funcionario afín a Llaryora, es al menos extraño. Pero tiene una explicación: la idea cobró cuerpo en medio de las negociaciones por el frustrado proyecto ómnibus y parece tener la venia de la vice presidenta de la Nación. Ese no es un dato menor: Victoria Villaruel construye poder sobre la base de consensos que el presidente ni siquiera intenta.
Llaryora ve en Fadea la enorme oportunidad de empezar a construir su propio ecosistema de desarrollo. Un modelo de provincia que se pueda nacionalizar, interpretando la sociedad entre lo público y lo privado que hizo exitoso al peronismo cordobés, con la épica de la pampa gringa.
El peronismo cordobés construyó con De la Sota y Schiaretti una matriz propia que se transformó en su adn: un proyecto productivo que jerarquizó el agro, la metalmecánica, el turismo y finalmente la economía del conocimiento gracias a la experiencia que ambos incorporaron de su paso por Brasil.
Sobre esa base Llaryora arma su propio juego. La recorrida evangelizadora de su ministro de Producción, Pedro Della Rosa por el interior provincial aceitando vínculos con el núcleo productivo profundo, es una señal.
Los liderazgos de De la Sota y Schiaretti no intentaron peronizar a la sociedad: sí contruyeron desde el peronismo, pero para una sociedad no peronista.
Así, con el cordobesismo, lograron alambrar la provincia.
Paradójicamente la fuerte crisis de la política nacional, el ocaso de los grandes liderazgos tradicionales y de las grandes coaliciones, sin modelos aspiracionales a seguir, son un contexto muy propicio para los nuevos liderazgos.
En el entorno de Llaryora asumen que por efecto de gravedad de la discusión, se le va a pedir a Córdoba más audacia y más capacidad de liderazgo.
El poder es como el amor, si no se ejercen se pierden. En esas pasiones se juegan los tiempos del país.