Sin la necesidad de ser expertos en degustación o tener el exquisito paladar de un catador, muchos coincidimos en que el tomate que comúnmente adquirimos en las verdulerías “tiene sabor a plástico”, o carece del tradicional sabor a tomate.
Por esto, Gustavo Schrauf, profesor titular de la Cátedra de Genética de la Facultad de Agronomía de Buenos Aires (Fauba), encaró un proyecto, junto a varios de sus colegas y alumnos, para
rescatar el sabor original de ese fruto creando un “semillero criollo” donde se conservan variedades que datan de 1930.
Fue el docente e investigador del Conicet Fernando Carrari quien llegó a la Cátedra con una colección de 160 semillas de tomates, con variedades cultivadas en Argentina y el mundo, que formaban parte de distintos bancos de germoplasma.
Cuando llegó esta primera colección, el desafío inicial era que las semillas germinaran para comenzar con el cultivo, iniciativa a la que en principio se sumaron algunos docentes y alumnos al trabajo. Luego de un anunció por redes sociales, la Universidad organizó una degustación de toda la colección fructificada donde más de 600 personas dieron su opinión sobre el gusto de los tomates.
“El tomate de verdulería fue aplazado por el público, el moderno tuvo un bajo puntaje y las variedades más antiguas obtuvieron mayor puntaje”, dijo el docente en La Tarde del Limón.
La guía de degustación y los parámetros a evaluar para el estudio del cultivo de las semillas de tomates criollos, fueron diseñadas por expertos de la Facultad, para así marcar los ejes de la investigación.
El Ing. Agr. dijo que se volvió un programa muy participativo con personas de todo el país evaluando los tomates. Además, a partir de una iniciativa de la Universidad Nacional de San Martín se contactaron con huerteros y construyeron una red de trabajo.
En este marco agregaron una línea de trabajo, vinculada a investigar las plagas que afectan al cultivo para volverlo más resistente. “Se rescató el sabor del tomate criollo. Ahora buscamos hacerle frente al enemigo crónico del cultivo: el virus rugoso. Estamos esperanzados porque una de las variedades de la colección que armamos, el tomate silvestre, tiene tolerancia al virus”, señaló.
Para mantener el sabor que identificaron, desde tiempos de pandemia realizan una reproducción de semillas, para mantener la colección, en la estación experimental hortícola de Gorina, que pertenece al Ministerio de Desarrollo Agrario de la provincia de Buenos Aires.
“En poco tiempo tendremos tomates con sabor y resistencia a las enfermedades”, concluyó.
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