Existe un proverbio chino que dice: "Un hilo rojo invisible, conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, a pesar del tiempo, el lugar y las circunstancias. El hilo rojo puede tenderse o enredarse, pero nunca llegara a romperse".
Esta creencia surge gracias a la ciencia, qué loco no?, nace de un descubrimiento médico, que dice que la arteria ulnar conectaba el dedo meñique con el corazón, entonces se empezó a decir que los hilos rojos del destino unían a las personas.
Este vínculo que se gesta desde el momento del nacimiento y que no se rompe, representa la promesa y la unión eterna de las personas con las que compartimos nuestra vida, sean que estén o ya no.
El hilo rojo nos integra y nos hace partícipe de todo el universo, con conexiones que trascienden lo meramente físico y lo romántico, entonces así, para quienes buscamos siempre un para qué, la vida va cobrando sentido al saber que estamos unidos sin importar el tiempo ni el espacio en el que se producen esos encuentros.
No hay almas desconectadas, ni desencontradas, nadie pasa por la vida de otra persona por puro capricho del destino. El re-encuentro es inevitable en esta vida, en otras, en este y otros mundos o en otro estado de vibración de conciencia, pero ahí estamos Todos, siendo Uno, siendo Todo, latiendo al unísono. La energía que nos une es muy sutil, apenas perceptible a nuestros sentidos, sólo podemos percibirla cuando abrimos los ojos del alma y nos animamos a experimentar la vida desde otro lugar.
Con el paso del tiempo voy comprendiendo que absolutamente todo está en común-unión y enlazado, no hay falla en la lógica, todas las fichas encajan perfectamente en el puzzle de la vida.
Nuestra presencia y nuestros actos repercuten en nosotros, en los demás y en absolutamente todo. Nuestras acciones y decisiones pueden cambiar, mover y tocar a todas las almas con las que estemos conectadas.
Cada encuentro con el otro nos lleva a comprender y aprender, ya sea por felicidad o tristeza, la conexión nos enseña algo que necesitamos en ese momento, nos despiertan alguna emoción dormida, guardada en algún rincón y nos lleva a transitar algo más profundo. Es muy difícil para nuestra mente finita poder cuantificar el impacto de esos encuentros, como tampoco es capaz de darse cuenta por qué sentimos esa sensación de familiaridad con el otro, pero nuestra alma sí lo sabe, conoce muy bien a la gente con la que nos vamos a cruzar.
El encuentro con el otro nos cambia para siempre.
Una vez soñé con un señor de barba blanca muy dulce que me decía: “hay conexiones tan reales como el aire que respiramos, aunque no podamos verlas ni tocarlas”.
Ese día comprendí y agradecí a un montón de personas, porque sin ellas hoy no estaría donde estoy, ni sería quién elijo ser.
Honro a todas esas almas que hasta hoy se han cruzado y reconocido porque son inspiración y expansión pura para la mía.
Y como sabemos que estamos de paso dejemos huellas hermosas
¡¡¡El hilo rojo es de todos!!!
¡Gracias a todas ellas uno es lo que es!
Con A-mor
La Mari Mo