Ante un Forja repleto, Hernán Cattaneo ratificó lo que expresa en entrevistas con respecto a su cita anual en el complejo de barrio Talleres: que es su oportunidad para desarrollar todos sus caprichos artísticos.
En otras palabras, que cuenta con el respaldo suficiente en cuanto espacio, tiempo y producción para pensar su propio festival internacional. Y eso es desde hace rato, aunque anoche adquirió una dimensión más expansiva desde lo sensorial.
Es que la puesta fue inmersiva y arrebatadora desde el vamos, con el DJ porteño generando un clima envolvente de espaldas a una pantalla que le mostraba a la multitud cómo se desarrolla la ingeniería de un reloj.
Una metáfora sobre el paso del tiempo que, a juzgar por el clásico que puso en ese momento, hay que desafiar. Fue Breathe, de Pink Floyd, una canción que invita a tomarse un respiro, a detenerse para reflexionar sobre el sentido de la vida y no ponerse metas sin sentido.
La voz de David Gilmour tira las primeras líneas de esa creación fantástica, que el año que viene cumplirá 50 años, mientras por el techo de Forja se desplazan aros circulares desde la cabina y hasta el fondo como subestimando el tic tac del reloj de pantalla.
Una elección fantástica y alucinógena con la que Cattaneo reflexiona sobre qué podemos sacar en claro después de la pandemia.
Aunque una de las respuestas a esa inquietud puede ser que dejemos de automatizarnos con nuestros teléfonos, la gente no pudo evitar documentar la irradiación psicodélica que llegaba desde cabina, pantallas y aire. Y a decir verdad, el fulgor despedido por sus móviles acentuó el despliegue lumínico.
Con semejante estímulo sensorial, todo quedó reseteado, desde el sinsabor más áspero de la cotidianidad hasta el más reciente desencuentro con el naranjita o el pagar $1.500 por un estacionamiento seguro.
Cattaneo afrontó su set con ese ensimismamiento despreocupado que se le conoce, que resulta imperturbable incluso para quienes desde el front row le gritan “¡¡¡Te amo, Peluca!!!”
El DJ trabajó su set paciente, como esos boxeadores que estudian sin sobresaltarse una mano certera.
En este caso fue uno más afín a su educación electrónica: Policy of Truth, de Depeche Mode, que más allá de cómo llene el aire con su letra sobre lo irremediable se intuye como un homenaje explícito a Andrew Fletcher, el tecladista del gigante tecnopop recientemente fallecido.
Entretanto, por Forja bailaron y hormiguearon espectadores de Córdoba, de todas las provincias e incluso del exterior, muy claros con respecto a que este es el show que hay que ver si amás a la electrónica y que es el único que emparda a las puestas europeas.