La cadena de cereal pretende lograr un consenso para volver a posicionar el cultivo ante la pérdida de confianza de los productores
La primera vez que el Gobierno intervino en el mercado de trigo fue en 2006. Lo hizo el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, cuando ordenó que ningún exportador pagara más de 370 pesos la tonelada del cereal. Luego vinieron los Roes, los cupos y el fin de la libre competencia entre molinos y exportadores. Siete años después, el fracaso de esa intervención está a la vista: en 2013, por los problemas de escasez el trigo llegó a valer hace unas semanas $ 4400 la tonelada, casi 12 veces más lo que Moreno había pretendido congelar.
Pero no sólo eso, la bolsa de 50 kilos de harina que se había fijado en 47 pesos más IVA cuando se implementaron las compensaciones saltó a $ 400 y el pan del que el funcionario hablaba de $ 2,50 trepó a los $ 26. Hubo más: el año pasado, la Argentina tuvo la peor siembra en 111 años y el 10% que el país supo representar en el comercio internacional de trigo a comienzos de 2000 se redujo a un magro 2% en 2013. De tercer exportador mundial a noveno. La pérdida en realidad fue doble, porque mientras la Argentina se despedía del mercado, el comercio global pasó de 108 a casi 150 millones de toneladas. Encima, este año la Argentina fue relegada por los Estados Unidos como principal proveedor de Brasil, su cliente más fiel desde los noventa.
Fue un "perder-perder" dicen en Argentrigo, que el martes pasado hizo una jornada sobre cómo hacer crecer el cereal. Primero perdieron los productores, que quedaron cautivos del fin de la competencia y de compradores que pagaban por debajo de su capacidad real, y este año la onda expansiva llegó a molinos y exportadores. Los primeros por la falta de mercadería y los segundos, porque tuvieron que dar de baja contratos cerrados con el exterior cuando Moreno recortó en 2 millones de toneladas el saldo exportable.
En la cadena creen que ahora hay que ir a un "ganar-ganar". Un "ganar-ganar" que, paradójicamente, primero recupere lo que el trigo fue para recién crecer. De hecho, los 13 millones de toneladas de exportación que Leandro Pierbattisti, asesor de la Federación de Acopiadores, planteó como oportunidad para el país a 2022/2023 con una cosecha de 20 millones de toneladas ya estuvieron cerca en 2004/2005. Ese ciclo, el país exportó 12,6 millones de toneladas.
Matías Ferreccio, actual presidente de la entidad, coincide que "se perdieron" 10 años. Pero cree que éste es momento de buscar la recuperación del trigo mediante el consenso entre los eslabones de la cadena y con el sector público. Precisamente, Ferreccio sostiene que el trabajo de interacción que el Gobierno tuvo con el sector privado por el tema de recomendaciones para el manejo de agroquímicos ahora se podría replicar con la cadena en este cultivo.
"Lo público-privado es la punta del ovillo de todo esto", afirmó Ferreccio. Llamativamente, pese a ser invitados, no hubo en la jornada funcionarios de rango del Ministerio de Agricultura.
El presidente de Argentrigo dice que, más que tiempo, lo que hace falta para que el cultivo se recupere son medidas.
"Hoy hay una fuerte desconfianza y la velocidad de recuperación irá en relación con las medidas tomadas", afirmó.
Básicamente, Ferreccio sostiene que hay que terminar con los Roes y "revertir" la presión impositiva.
"El sistema de los Roes trajo mucho daño y desconfianza. Fue un perder-perder", indicó. "Hay impuestos directos, indirectos y distorsiones que hay que revertir", añadió.
Santiago Labourt, ex presidente de Argentrigo, destaca que "hay que planificar el largo plazo" y es necesario generar competitividad. Pone el ejemplo de Brasil. "Estamos mal en la competitividad hacia afuera. Brasil, por ejemplo, es proactivo. Todo es en positivo. No hay restricciones y la idea es generar proactividad. Allí hay relación público-privada. Acá hay que bajar las tensiones y generar un horizonte", opinó.
Sobre Brasil, quien habló en la jornada fue Sergio Roberto Dotto, jefe de trigo de la Empresa Brasileira de Pesquisa Agropecuaria (Embrapa). Contó el esfuerzo que en materia de genética y tecnologías que van desde la fertilización hasta el manejo de enfermedades allí se está buscando que de cubrir casi el 50% del consumo local el trigo trepe al 80% en algo más de diez años.
"Los productores tienen que aprender a trabajar con trigo. Estamos en 2,5 toneladas [de promedio], pero ya hay productores que producen de 4 a 5 toneladas", expresó al diario LA NACION.
Un dato: de 34.000 establecimientos que hacen trigo, un 52% sólo tiene entre 10 y 50 hectáreas.