“Vení a sentarte al lado mío”, dijo en árabe Kater al-Nada al ver a su nuevo amigo Shachar, quien no entendió las palabras pero sí el gesto, sonrió y se acercó sin dudar. Era la primera vez que Kater al-Nada y Shachar tenían la oportunidad de conocer a alguien de su edad “del otro lado” y no iban a desperdiciarla.
Escenas como estas se dieron muchas veces en los escalones del teatro en el Bible Lands Museum Jerusalem (Museo de las Tierras de la Biblia en Jerusalén o BLMJ por sus siglas en inglés). Aunque el hecho de ver a dos niños de diez años sentados uno al lado del otro puede parecer algo de todos los días, en el contexto de la división palestina-israelí no lo es. Un conflicto que atraviesa todos los sectores de estas sociedades incluyendo a los niños.
La Imagen de Abraham es una iniciativa educativa innovadora que combina desafíos pedagógicos y sociales para niños y adultos (estudiantes, maestros madres y padres) árabes y judíos, y abre la puerta a la comprensión y al respeto mutuo. El programa empezó hace veintitrés años y ya participaron más de 6300 estudiantes de Jerusalén este y oeste.
Discontinuado durante la pandemia, hoy se prepara para volver y busca nuevos financiadores que aseguren su continuidad. Quienes trabajan en esta iniciativa aseguran que es replicable en cualquier territorio de conflictos y tensiones y que ayuda a plantar la semilla de la convivencia.
Inspiración, respeto y aceptación
En una región de conflicto y volatilidad política como norma, la iniciativa La Imagen de Abraham propone una narrativa alternativa al miedo y la violencia.
El proyecto se inició para crear una plataforma de encuentro entre estudiantes del este y el oeste de Jerusalén. El objetivo es animar a los y las estudiantes de origen judío y árabe a descubrir su patrimonio compartido a través de actividades en las galerías del museo, ofrecer una visión universal de inspiración, respeto y aceptación.
El programa consiste en cuatro reuniones en el museo a lo largo del año escolar, previa preparación de los chicos y chicas en sus respectivas escuelas. Termina con una noche especial que también está abierta para las familias de los y las estudiantes.
“Reunir a estos niños para aprender sobre su herencia compartida abre una ventana a un mundo completamente nuevo. Arroja luz sobre las posibilidades y despierta la imaginación. Para construir un mundo con más aceptación, tolerancia y respeto, primero debemos aprender a comunicarnos unos con otros con ese mismo respeto”. Quien habla es Yonit Kolb, directora del BLMJ.
Desde su inicio en 1998, el programa se desarrolló en medio de la violencia, los agravios y la desconfianza que perdura ―y por momentos se agudiza― a cada lado del conflicto palestino-israelí. Participaron alrededor de 6.300 estudiantes judíos israelíes y palestinos de la gran Jerusalén. Asistieron en grupos mixtos, dirigidos por guías en hebreo y en árabe.
Los responsables del programa explican que “a pesar de la gravedad de los acontecimientos políticos, el compromiso para participar de los padres y profesores siempre se fortaleció cuando las cosas eran particularmente estresantes alrededor”.
Kater al-Nada y Schachar
Kater al-Nada es palestino musulmán y su familia vive bajo el Gobierno israelí en Jerusalén este. Shachar es israelí judío ortodoxo y vive en Jerusalén occidental. Sus barrios están a poco más de 12 kilómetros, pero la distancia entre ellos es abismal. Los separa la religión, el idioma y la nacionalidad. Viven en mundos en constante conflicto y acumulan profundos resquemores. Participar en La imagen de Abraham les abrió los ojos sobre las posibilidades de la convivencia pacífica de una forma impensada en medio del conflicto, las noticias sobre ataques y la desconfianza. Las cuatro visitas semanales en el Bible Lands les mostraron un pasado compartido. Kater al-Nada fue con sus compañeros de la escuela primaria Beit Hanina y Shachar con los suyos de Efrata, una escuela primaria pública en el sistema escolar religioso nacional de Israel.
En La imagen de Abraham el hecho de “cruzar la línea” que divide es algo muy sutil, casi secundario. El programa no habla de “paz” ni de “convivencia”. Las actividades giran en torno al juego, el arte, la historia y la religión. Casi no se percibe la carga del conflicto israelí-palestino y los chicos y chicas, con sus diez años o más, tienen suficientes habilidades sociales y receptividad a las diferencias.
“En los encuentros pudieron enfrentarse a cuestiones álgidas sin confrontaciones”, cuentan los organizadores. “El cambio al que podía aspirarse en cuatro reuniones era pequeño, así que los objetivos apuntaban a mostrar que no había tanta diferencia entre unos y otros y que había mucho en común. Pero se consiguió tender puentes que los marcaron para siempre”.
Cambiar el futuro
Desde su apertura en 1992 el museo Bible Lands ha desarrollado programas educativos para niños y niñas de todas las edades. Funciona como una institución universal para personas de todas las religiones que quieran entender la historia de la región a través de sus culturas.
“Creemos que la educación es la clave para marcar la diferencia en generaciones futuras. Los niños que participan en estos proyectos aprenden más sobre sus propias identidades y también se conectan directamente con otros que son cultural y religiosamente de mundos muy distintos. Al explorar juntos los puntos en común, todos logramos crear algo nuevo en una atmósfera de aceptación, comprensión mutua y respeto. Estos programas trabajan para lograr cambios a futuro; hay que experimentar la ausencia de miedos, prejuicios y estereotipos para comprender que hay un camino mejor”, asegura Yonit. “El futuro está en manos de la próxima generación de líderes y queremos mostrarle a cada niño, estudiante y adulto un sentido de orgullo y decencia que proviene de tener una oportunidad real de reunirse, discutir y establecer vínculos”.
El éxito del programa parece probarse en que cada escuela participante, sus maestros y estudiantes están completamente comprometidos con el proyecto. La Imagen de Abraham es, dicen en BLMJ, un modelo replicable que puede ayudar en muchas otras situaciones de conflicto y tensión social. Yonit lo explica así: “La base es fomentar la comunicación y una mayor comprensión en las comunidades al unir a los jóvenes para superar los estereotipos negativos. En cualquier sociedad o comunidad heterogénea con diferentes culturas u orígenes, este programa es una herramienta para promover el diálogo y la tolerancia. Al aprender sobre nosotros mismos y los demás, podemos comprender nuestras similitudes y respetar nuestras diferencias; un ingrediente vital para la construcción de un futuro en el que la convivencia pacífica pueda ser una realidad”.
El Programa La Imagen de Abraham tiene cuatro instancias:
-La preparación en la escuela, con los profesores y personal del BLMJ. Los chicos y chicas aprenden sobre el proyecto, el lugar y las personas e instituciones que van a conocer.
-Los cuatro encuentros semanales consecutivos, con juegos y talleres grupales de arte en los que se trabaja en equipo en murales que luego se exhibirán.
-Un encuentro final que reúne a alumnos y alumnas, sus familias y los profesores, y está cargado de emoción, anécdotas y aprendizajes.
-Reuniones de conclusión en las escuelas, en las que se revisan y profundizan los aprendizajes.
En la Imagen de Abraham, el museo busca escuelas y educadores comprometidos con las ideas de convivencia, la tolerancia y el entendimiento interreligioso. Los profesores tienen un papel activo, especialmente en la preparación previa. Reciben materiales e instrucciones, pero son libres de contribuir con sus propias ideas y percepciones.
En años de terror o de tensa calma, La Imagen de Abraham logró mucho más que reunir niños y niñas a ambos lados de un conflicto. Como dijo uno de los padres, Imam Fakeh, en una de las noches de cierre del programa: “Mi hijo palestino dice sobre otro niño judío: ‘Tengo un amigo nuevo, jugamos juntos’. Eso que parece tan básico para niños de 10 años, acá es algo enorme. Es importante. Muy importante. Ellos entendieron todo”.
Infobae /Por Ximena Beilin