Pionera del tatuaje femenino, Betty Broadbent desafió las normas y los estereotipos de belleza que debían cumplir las mujeres en los años treinta. Conocida como la "Venus Tatuada", Betty, que trabajó como artista circense, entendió los tatuajes como una forma de autoafirmación, convirtiéndose en un modelo a seguir para las mujeres que en el futuro decidieron tatuar completamente sus cuerpos.
A lo largo de la historia siempre ha habido alguien que, de un modo u otro, decide romper con los estereotipos imperantes en su época y convertirse en un pionero. Esta actitud suele allanar el camino a otros que deciden seguir sus pasos a la hora de transgredir las normas. Este es el caso de Betty Broadbent, más conocida como la "Venus tatuada", una mujer que decidió adelantarse a su tiempo y transformar su cuerpo en un auténtico lienzo. De este modo, Betty fue la precursora de muchas otras mujeres que verían en el tatuaje una pasión y una manera de liberarse de los convencionalismos sociales que las constreñían.
UNA DECISIÓN IMPORTANTE
Betty nació en Filadelfia el 1 de noviembre de 1909, y su fascinación por los tatuajes empezó muy temprano, cuando apenas tenía catorce años. Betty trabajaba como niñera para una familia acomodada de Atlantic City cuando, durante uno de sus días de descanso, y mientras paseaba por el famoso paseo marítimo de la localidad, se topó de bruces con Jack Red Cloud y su espectáculo callejero. Jack se exhibía por las calles de las ciudades mostrando su cuerpo tatuado a cambio de unas monedas.En ese momento, Betty quedó absolutamente fascinada por el cuerpo tatuado de aquel hombre, del que apenas se atisbaba un resquicio de piel sin decorar.
Tras charlar un rato con él, Betty, entusiasmada, le pidió que le presentara a su tatuador, puesto que ella también quería que su cuerpo se convirtiera en un hermoso lienzo decorado. Pero Jack advirtió a Betty de que antes de dar ese paso debía estar totalmente segura de lo que iba a hacer. Jack le dijo muy en serio que aquella decisión era fundamental puesto que una vez hecho ya no había vuelta atrás. A pesar de la advertencia, Betty decidió gastar todos sus ahorros en un viaje a Nueva York para conocer al amigo de Jack, el famoso tatuador Charlie Wagner. Conocido como "Chas" Wagner, este artista neoyorquino se convirtió en una leyenda no solo por patentar un nuevo modelo de máquina de tatuar (lo que facilitaba el trabajo al tatuador y hacía el proceso menos doloroso), sino también por tatuar totalmente el cuerpo de muchos enamorados de la tinta durante la primera mitad del siglo XX.
TATUAJES DE TODO TIPO
Durante mucho tiempo, los tatuajes habían estado reservados única y exclusivamente a los hombres, aunque no a todos. A principios del siglo XX se creía que los tatuajes eran cosa de marineros o de convictos. Pero a pesar de que aquel tipo de arte no cuadraba con la estética femenina imperante en la época, el cuerpo de Betty llegaría a lucir más de 327 tatuajes en 1927, aunque no todos realizados por "Chas" Wagner. En la piel de Betty también dejaron su huella otros artistas del tatuaje como Joe Van Hart, Tony Rhineager y Roja Gibbons. Betty lució tatuajes de lo más variopinto, como la cara de Charles Lindbergh en una pierna y la de Pancho Villa en la otra. Uno de sus tatuajes más famosos era el de un águila que se extendía de hombro a hombro y que, según la revista australiana Pix, requirió de unas seis sesiones para terminarlo. En su espalda, bajo las alas del águila, Betty mostraba las caras de la Virgen María y del Niño Jesús.
En una entrevista ofrecida al periódico The Daily Telegraph, sorprendentemente Betty aseguró que desconocía que los tatuajes fueran permanentes, y más tarde, cuando se le preguntó al respecto, Betty aseguró que "dolió mucho, pero valió la pena". Una vez logró lucir un cuerpo tatuado, a Betty no le fue difícil encontrar trabajo. Así pues, en 1927, se uniría al circo Ringling Brothers y Barnum and Bailey’s donde adoptó el papel de la "Dama Tatuada" (aunque al final el público la bautizó como la "Venus Tatuada"). Betty siempre iniciaba sus actuaciones saliendo al escenario envuelta en una túnica de terciopelo, y cuando el maestro de ceremonias la presentaba con el característico y clásico: "Y ahora, damas y caballeros, la dama que está diferente", Betty dejaba caer la túnica y revelaba su cuerpo ceñido en un bañador para que el público pudiera admirar sus tatuajes a placer.
RECATADA A PESAR DE TODO
Con todo, Betty quería mostrarse al público como una mujer seria y respetable. De hecho, nunca enseñó más piel de la que tapaba su bañador y evitó contar historias extravagantes como por ejemplo que era una nativa exótica que había sido capturada en su país. A pesar de que tampoco quería que la llamaran por su nombre artístico, Betty lo acabó aceptando porque, de hecho, eso era lo que deseaba el publico que iba a verla. Con el paso del tiempo, cuando mostrar el cuerpo femenino empezó a no ser tan escandaloso, Betty se hizo tatuar también los muslos por el reconocido tatuador Bert Grimm, y decidió acortarse el traje de baño para que el público asistente a sus espectáculos los pudiera contemplar bien.
Tras varios años de trabajar como atracción de circo, Betty decidió aportar algo nuevo a su espectáculo. La artista estaba muy familiarizada con los demás números circenses y decidió actuar como amazona en el espectáculo del Salvaje Oeste del actor Harry Carey. De hecho, Betty quería innovar puesto que temía que al final el público se aburriera de verla hacer siempre mismo. Más tarde Betty, con la intención de dar más visibilidad a las mujeres, participó en un concurso de belleza televisado en la Feria Mundial de 1939 en Nueva York. A pesar de que no ganó el premio, su participación al menos sirvió para que la sociedad empezara a ver a las mujeres tatuadas no como una simple curiosidad circense, sino como algo que ya empezaba a normalizarse.
DE TATUADA A TATUADORA
Tras participar en el concurso de belleza de la Feria Mundial, Betty llevó su espectáculo a Nueva Zelanda y Australia, donde siguió actuando como la "Dama Tatuada" en varios circos independientes. A su regreso a Estados Unidos, Betty volvió a ser la atracción principal tanto del Circo Cole Brothers como del Circo Sells Floto. Pero Betty fue más allá. Así, cuando terminaba la temporada de actuaciones trabajaba como tatuadora en un local de Market Street, una de las calles de ocio más importantes de San Francisco ("cuando termine mi trabajo me dedicaré a hacer tatuajes. Tatúo jinetes con caballos, boxeadores con emblemas de pelea, nombres de amantes, flores en las piernas", dijo en una entrevista). De todos modos, Betty siguió actuando como la "Venus Tatuada" bastante tiempo después de que la mayoría de atracciones circenses del mismo tipo desapareciera por completo del mundo del espectáculo.
Se dijo que Betty se retiró a los 58 años, en 1967, añorando las giras y todo lo que aquel mundillo de la farándula había significado para ella. Al final, dedicada en cuerpo y alma al mundo del tatuaje, Betty fue la primera persona en entrar a formar parte del Salón de la Fama del Tatuaje en agosto de 1981, y tras una vida llena de aventuras y de éxitos allí donde actuaba, y de pasar sus últimos años trabajando como tatuadora en su casa de Florida, Betty Boradbent, la mujer más tatuada del mundo, murió el 28 de marzo de 1983 mientras dormía, a la edad de 74 años.