Todos conocemos el Libro Guinness de los Récords; o al menos hemos oído hablar de él, aunque no lo hayamos ojeado a fondo. Promovido por la asociación “Guinness World Records”, es donde se deja constancia de los récords mundiales en, prácticamente, cualquier categoría. Son especialmente conocidos los casos de algunos atletas, a los que costará mucho batir, como el de Usain Bolt y sus 9,58 segundos en 100 metros planos, o Mike Powell y sus 8,95 metros en salto. Pero no todos los récords registrados son tan, digamos, “convencionales” (aunque increíbles en sus marcas). Veamos algunos ejemplos de los récords más peculiares.
A algunos les parece, y con razón, que sería muy difícil batir al Bolt en su marca, por lo que, al no querer quedarse sin récord, han optado por triunfar con alguna variante; es el caso de Julia Plecher, que corrió los 100 m. planos con tacones; eso sí, tardó un poco más: los hizo en 14,531 segundos. Xu Zhenjun, como otros corredores, también quiso hacer la Maratón de Beijing, y su marca no estuvo tan mal (3:43:39); ¿parece mucho tiempo para un atleta? Bien, pero hay que tener en cuenta que la corrió yendo marcha atrás. Por supuesto, ambos ingresaron en el famoso libro por sus gestas.   


Joanne Singleton optó por hacer una media maratón, y su tiempo también fue bastante discreto, un poco más de 1 hora y media; ¿la razón para inscribirla en el popular libro? Bueno, decidió hacerla disfrazada de fruta, para ser exactos, de fresa. Y hablando de distancias, casi 12 metros recorrió George Christen; sí, han leído bien, 12 metros. Puede que no resulte una distancia demasiado impresionante, pero teniendo en cuenta que la hizo con una mesa sujeta con sus dientes, y que sobre ella estaba situada su mujer, pues la cosa tiene más mérito, ¿no? La plancha abdominal es un ejercicio bien duro, aunque muy beneficioso si se realiza correctamente; entendemos que George Hood, un ex militar de 62 años la conoce bien, puesto que batió el récord de duración de esta tabla con la friolera de 8 horas, 15 minutos y 15 segundos. Como se puede comprobar, hay hitos para todos los gustos.   
Si bien el campo del deporte es uno de los terrenos abonados para encontrar este tipo de curiosidades, no todos los récords, obviamente, pertenecen a esta temática. En Klasbleyni, Irlanda, durante el transcurso del festival Muknomaniya en 2008, algo más de 250.000 personas se presentaron disfrazados de pitufos; una gran ocasión para ser inmortalizada en el correspondiente libro. Aunque Mason Pye es un popular jugador de poker que ha conseguido hazañas en su campo, como ganar diversos torneos y congregar a miles de aficionados mientras juega, su entrada en el libro de los Guinness World Records no se relaciona con las 52 cartas: consiguió el récord de ser el más rápido en hacer una taza de té, en tan solo 11,2 segundos; no sabemos si esto le sirvió en los torneos, pero ahí está, registrado donde debe.
Por supuesto, el tema corporal da mucho juego también. Nick Stoeberl está inscrito en el libro por su lengua, al haberse constatado que tiene una longitud de 10,1 centímetros. Claro, a Nick le viene dado “de serie”, pero, por ejemplo, Kim Goodman descubrió que tenía el curioso talento de poder mover sus ojos 12 milímetros fuera de sus cuencas; no es un espectáculo agradable de ver, pero le sirvió para establecer el récord. Rolf Buchholz, en cambio, ha optado por dedicar algo de tiempo a su cuerpo; para ser exactos, a agujerearlo para colocar 450 pendientes; el “Diablo Alemán”, pues ese es el apodo que ha elegido, decidió colocar una gran parte de ellos en una zona muy concreta que no vamos a nombrar, por pudor; pero tuvo que dolerle. Y vamos a dejar para otro día algunas habilidades sorprendentes, como la de deshuesar un pollo en menos de 2 minutos o la de llevar puestas más camisetas a la vez (227). Definitivamente, no es solo un tema de pericia: la imaginación cuenta.