Tras entregar un extenso escrito, el neurocirujano aceptó responder las preguntas de los fiscales que investigan la muerte del máximo ídolo argentino. Cuánto le cobraba por mes.
Fue largo. El neurocirujano Leopoldo Luque, el mayor responsable según la Justicia del homicidio simple con dolo eventual de Diego Maradona, se presentó ayer en la Fiscalía General de San Isidro para responder en su declaración indagatoria, luego de recibir semanas atrás una exención de prisión.
Se sentó así frente a Laura Capra, Cosme Iribarren y Patricio Ferrari, los fiscales que investigan el caso, dirigidos por el fiscal general John Broyad. Entregó un largo escrito de 85 páginas donde afirmó que nunca mató a Maradona con su indiferencia, que era su amigo, su “médico referente desde 2019″, no su médico de cabecera. También, aseguró que no participó de la “internación domiciliaria” en el country San Andrés de Tigre en noviembre de 2020, luego de ser externado de la Clínica Olivos tras la operación de su hematoma subdural, aunque él mismo firmó los términos del acta de esa externación junto a dos hijas de Diego, entre ellas Gianinna, que lo repudió fuertemente en sus redes sociales.
En el escrito también adjuntó electrocardiogramas, exámenes de 2019 que decían que, cardíacamente, Diego estaba bien, a pesar de que fue encontrado muerto con un corazón de más de medio kilo según la autopsia posterior, hipertenso, con una dieta de osobuco y sándwiches de miga, con una historia clínica de 20 años que hablaba de un corazón agitado siempre al borde.
Al neurocirujano se le enrostró junto a sus seis cómplices de causa como la psiquiatra Agustina Cosachov y el psicólogo Carlos Díaz haber puesto a su paciente en “un cúmulo de factores y circunstancias notoriamente burdas, incrementando todos los antes nombrados el riesgo por fuera del margen permitido ocasionando el fatal desenlace del paciente que, de lo contrario, hubiese podido evitarse”.
Luego, se pone peor: los fiscales en su escrito afirmaron que “ejecutaron acciones contrarias al arte de la salud y omitieron realizar los actos específicos que cada uno debía desarrollar en torno a su función, agravando el cuadro de salud de Diego Armando Maradona, colocándolo en una situación de desamparo y abandonándolo a su suerte”. También, acusaron a Luque de falsificar un documento en la Clínica Olivos, un pedido de historia clínica que solo podía ser rubricado por Diego.
Es decir, con indiferencia, lo dejaron morir, homicidio simple con dolo eventual. En la transcripción de la indagatoria del neurocirujano, la imputación completa abarca diez páginas sin quiebres de párrafo; la enumeración de pruebas, otras siete. Luego, Luque contestó preguntas.
Al ser preguntado por cuánto le cobraba, Luque aseguró que “cien mil pesos por mes”, con facturas a la organización de Matías Morla, “no hubo aumentos”, remarcó.
Habló también de recaídas de Diego, particularmente en el country de Brandsen. “Tenía una particularidad respecto del consumo del alcohol y benzodiacepina, y era que adelante mío no consumía. De todos modos, yo podía interpretar, por su estado, que había consumido. También por referencia de terceros. Hay pacientes que viven con familiares, otros que viven solos, y otros que viven con empleados. Con Maradona, me comunicaba con sus empleados. Hablaba con Pomargo y Taffarel, y todo con el que pudiera genera vínculo, como las personas de seguridad, que rotaban o cambiaban”, aseguró.
Habló de un período de trastorno del sueño severo de de Diego, previo a un viaje a Estados Unidos al que Maradona se resistía ir, un viaje a Miami por cuestiones financieras, en medio de una causa contra Claudia Villafañe en medio de una disputa por su herencia, ya con Cosachov en el equipo, por “un destete” de ciertos psicofármacos.
Sus elecciones de palabras fueron cuidadosas: “Repito, era una opinión, no una orden”, decía sobre puntos en su tratamiento. En su escrito y en sus respuestas, Luque evitó ponerse en un rol clave: el del médico de cabecera. “Médico referente”, dijo en un momento en su escrito, pero no de cabecera.
“Cuando digo ‘médico a cargo’, es porque considero que en ese momento yo era el médico referente, de confianza, con el cual el paciente era permeable, y aceptaba por momentos mis sugerencias. Pero en otros no lo hacía. Maradona no quería ver otros médicos. Él pedía por Luque. Yo tenía la confianza y posibilidad de que Maradona aceptara otros médicos. En esa oportunidad, estábamos a la búsqueda constante de psiquiatra y psicólogo, pero Maradona los rechazaba. Por eso yo dije que estaba cargo y era el médico que más conocía la situación de Maradona”, siguió.
Las preguntas de los fiscales sobre el viaje a Estados Unidos fueron varias. Luque ciertamente aconsejó contra que Maradona viaje: “Cuando dije que se perjudicaba, era porque sin duda que se perjudicaba porque el tema dañaba su salud mental. Ese era un tema con su ex mujer. Si algo le traía problemas a Maradona, y recaídas, eran los problemas familiares. Que él fuera a hacer una una declaración en una causa con una disputa familiar, con sus hijas involucradas, yo sin dudas estaba convencido de que eso lo iba a perjudicar”.
Los estudios cardíacos fueron otro punto recurrente, si se pidieron o no. Luque siempre vuelve al mismo casillero, un rol ambiguo que muta a su conveniencia, extiende o recorta su poder sobre Diego a medida que habla: es el médico de confianza, no de cabecera. “Ni indicación, ni orden, ni sugerencia formal”, dice en un punto.
Le preguntaron por un cardiólogo en especial, meses antes de la muerte, que habría evaluado a Maradona: “Pero luego de verlo y examinarlo, entendió que no era necesario. Recuerdo textualmente, me dijo, tanto a mí como a Diego, ‘Al final éste no tenía cardiopatía. Tiene el corazón de un león’. Hablamos de más estudios, y el sugirió que no eran necesarios”. La autopsia y las conclusiones de la junta médica finalmente dijeron todo lo contrario. Dijo, insólitamente, que tenía un solo diagnóstico certero: “el consumo problemático de alcohol”, con un mal de Parkinson como “diagnóstico presuntivo”.
“Con él, una vez que llegó a la casa de Tigre no hablé más por teléfono, porque entendí que había que dejarlo en paz. Una vez que yo logro que aparezca a la familia, que tuviera equipo de salud mental y la internación domiciliaria, decidí no molestarlo, como hacían otros”, sintetizó.
Luque así se convierte en el último de los siete imputados por la muerte de Diego en ser indagado. Así, los fiscales de San Isidro pueden avanzar con el próximo paso, uno de los más esperados: evaluar si finalmente los detienen, o lo dejan libre, con el consecuente cierre de la causa y elevación a juicio.