El guardián de la doctrina recordó la indisolubilidad del vínculo y la imposibilidad de que comulguen.
Si los católicos divorciados vueltos a casar, que tienen prohibido comulgar, tenían fuertes expectativas de cambio vistos los vientos de apertura y reforma que hace soplar Francisco, ayer el Vaticano cortó en seco cualquier esperanza.
En un extenso artículo en L'Osservatore Romano, el arzobispo Gerhard Müller, prefecto para la Doctrina de la Fe, reiteró la indisolubilidad del matrimonio y la negativa a dar sacramentos a los divorciados vueltos a casar.
En un fiel reflejo de la opinión tradicional del ala dura de la curia, y pese a que el 8 de octubre pasado el Papa convocó a un sínodo extraordinario sobre pastoral familiar para tratar, entre otras, esta delicada cuestión, el obispo alemán dejó en claro que es imposible que pueda haber cambios significativos.
En un artículo que nadie sabe si fue leído por Francisco antes de ser publicado y que causó gran sorpresa entre analistas, Müller repasó con detalle la historia de la doctrina católica sobre el matrimonio, de acuerdo con las Escrituras. Y reafirmó la doctrina vigente.
"La mentalidad contemporánea se pone en contraste con la comprensión cristiana del matrimonio, especialmente respecto de su indisolubilidad y a la apertura a la vida", escribió, en un artículo titulado "La fuerza de la gracia. Indisolubilidad del matrimonio y debate sobre los divorciados vueltos a casar", anticipado por la tarde con una serie de tuits.
"Como muchos cristianos están influenciados por ese contexto cultural, los matrimonios son probablemente más a menudo inválidos que en el pasado, porque falta la voluntad de casarse según el sentido de la doctrina matrimonial católica y también es muy reducida la pertenencia a un contexto vital de fe", agregó el guardián de la ortodoxia católica, que fue designado por Benedicto XVI, papa emérito, en julio de 2012.
"Por lo tanto, una verificación de la validez del matrimonio es importante y puede llevar a una solución de los problemas", indicó.
REVISIÓN
También Francisco, al hablar con decenas de periodistas de la candente cuestión de los divorciados vueltos a casar durante el vuelo Río-Roma, en julio pasado, había dicho que había que revisar el problema judicial de la nulidad de los matrimonios y que, quizás, había que crear más tribunales eclesiásticos.
Además, había recordado que el cardenal Antonio Quarracino, su antecesor en la sede primada de Buenos Aires, "decía que la mitad de los matrimonios eran nulos porque se casan sin madurez, sin pensar que es para toda la vida".
Más allá de decir que se trata de un tema complejo que debe ser discutido por todos los obispos dentro de la pastoral familiar -no por nada convocó a un sínodo extraordinario, que tendrá lugar en octubre de 2014-, Francisco también había afirmado que había llegado "el tiempo de la misericordia".
Ese mismo concepto repitió en su entrevista con la revista jesuita La Civiltà Cattolica, en la cual comparó a la Iglesia con un "hospital de campaña después de la batalla", donde es urgente curar a los heridos, entre los cuales están los divorciados vueltos a casar.
Pero Müller pareció refutar ese concepto. "Una ulterior tendencia en favor a la admisión de los divorciados vueltos a casar a los sacramentos es la que invoca el argumento de la misericordia (...) Esto es cierto, pero es un argumento débil en materia teológico sacramental", sentenció el arzobispo alemán, discípulo de Joseph Ratzinger.
"A través de lo que objetivamente suena como un falso llamado a la misericordia se incurre en el riesgo de banalización de la imagen misma de Dios, según la cual Dios no podría hacer otra cosa que perdonar", agregó, en una frase que pareció apuntar directo a una de las ideas fuerza del papa argentino, que desde que fue elegido en marzo pasado no hace más que repetir que "Dios nunca se cansa de perdonar".
Müller, que parecería reflejar a un sector conservador de la Iglesia Católica no muy contento con las recientes aperturas del Papa, subrayó en su artículo que "al misterio de Dios pertenecen, además de la misericordia, también la santidad y la justicia".
"Si se esconden estos atributos de Dios y no se toma en serio la realidad del pecado, no se puede ni siquiera mediar a las personas su misericordia (...). La misericordia de Dios no es una dispensa de los mandamientos de Dios y de las instrucciones de la Iglesia; al contrario, ella concede la fuerza de la gracia para su plena realización", añadió.
El prefecto de la Doctrina de la Fe recordó, finalmente, que si bien la admisión a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar "no es posible", es necesario realizar esfuerzos pastorales en favor de estos católicos.
"El camino indicado por la Iglesia para estas personas no es simple, pero éstas deben saber y sentir que la Iglesia acompaña su camino como una comunidad de curación y de salvación", dijo.
Por último, Müller destacó que la atención para los divorciados vueltos a casar no debe reducirse a la cuestión de la recepción de la eucaristía, ya que "hay otros modos de entrar en comunión con Dios".