La actriz cuenta con una historia atravesada por la violencia, divorcios y el reconocimiento de su elección sexual.
Mientras la carrera de Tom Cruise (Maverick) despegaba a la misma velocidad que los aviones de caza tras el estreno de Top Gun: ídolos del aire (1986), la de su protagonista y novia en la ficción, Kelly McGillis (Charlie), caía en barrena. En la década de los 80, cuando la actriz iba encaminada a convertirse en uno de los grandes nombres de la industria, de repente, dejó de estar de moda.
Tras varios retrasos ocasionados por la pandemia, este verano se estrenará la secuela,Top Gun: Maverick, en cuya historia 35 años después McGillis ha sido sustituida por Jennifer Connelly. La intérprete original no tuvo reparos en confesar en Entertainment Tonight que los productores no se habían puesto en contacto con ella y lanzó un dardo contra los cánones de belleza estereotipados de Hollywood: "Soy demasiado mayor, estoy gorda, aparento la edad que tengo y esto no resulta adecuado para este montaje (...) Prefiero sentirme absolutamente segura en mi piel, saber quién y qué soy a valorar otras cosas".
En la actualidad vive en Carolina del Norte donde es profesora de arte dramático y ayuda en una clínica de rehabilitación a mujeres con adicciones, ya que vivió en sus propias carnes el efecto de las drogas. Su declive profesional ha ido en paralelo al emocional porque no ha tenido éxito con sus relaciones amorosas. Se divorció en dos ocasiones y tiene dos hijas, Kelsey Lauren (30) y Sonora Ashley (27) fruto de la relación con su último marido, el millonario Fred Tillman. Tras muchos rumores que especulaban sobre su verdadera identidad sexual, McGillis tuvo el valor suficiente para confesar públicamente su lesbianismo.
Por ello, en 2010 decidió dar otro gran paso importante en su vida al casarse con la ejecutiva inmobiliaria Melanie Leis, de quien se divorciaría un año más tarde. Curiosamente, la dos ya se conocían porque Leis trabajó como camarera en el restaurante que McGillis y Tillman poseían en Florida.
A raíz de abrir su corazón de par en par, salió a relucir la violación que sufrió en 1982 junto a su compañera de piso que, tiempo después, se descubrió que era su novia. Este suceso trágico motivó que aceptara el papel de abogada en Acusados (1989) que le valió a Jodie Foster el primer Oscar.
La fama tuvo efectos nocivos sobre ella. Sufría ataques de pánico, insatisfacción, inseguridad... Así que decidió despertar de aquel sueño dorado, seguir el curso de la naturaleza con los kilos y las arrugas propios del tiempo y sentirse libre. La tiranía de la belleza no va con ella ni con Kathleen Turner.