Por medio de una gestación subrogada, Guillermo y Mauro cumplieron su sueño. Ambos tuvieron coronavirus y se recuperaron antes de la llegada de su hija.
Guillermo Moreno y Mauro Ricci se conocieron por amigos en común hace doce años y aunque al principio no sabían si sería posible convertirse en padres, hace dos años la historia de unos amigos cordobeses los impulsó a ir tras su sueño. “Nos los encontramos por casualidad y nos dieron la noticia de que tenían a una nena en guarda y un bebé que había nacido por subrogación de vientre. Nosotros pensábamos que era una cosa imposible, escuchábamos las historias en la televisión pero nos parecía lejano y utópico”.
Decididos a agrandar la familia, lo primero que hicieron fue investigar en Internet para saber dónde podían hacer la fertilización in vitro y la gestación subrogada. “Le preguntamos a unos amigos brasileños, pero habían ido a hacerlo a Tailandia y nos parecía muy lejos. Después, nos metimos en un grupo de WhatsApp con parejas que estaban en nuestra misma situación y una nos comentó que iban a viajar a Colombia. Tres meses después, decidimos intentarlo nosotros también”.
La pareja explica que en la Argentina la gestación por sustitución no está prohibida, pero que cada provincia tiene una jurisprudencia distinta. “Nosotros queríamos que naciera en Buenos Aires y para conseguirlo los requisitos eran presentar un consentimiento de las tres partes- el nuestro y el de la gestante- y la certificación de un escribano con fecha anterior al inicio del procedimiento”.
Viajar a Colombia para convertirse en padres
Antes de decidirse a hacer el tratamiento en el exterior, la pareja intentó hacerlo acá. “Recorrimos varias clínicas de Buenos Aires, pero en todas nos pedían que nosotros lleváramos a la mujer que iba a llevar adelante el embarazo y no contábamos con ninguna familiar o amiga que pudiera hacerlo. En cambio, en las clínicas de Colombia tienen un programa paralelo en el que se ocupan de la selección de la subrogante”.
Finalmente en octubre del año pasado, viajaron a Bogotá para comenzar los trámites. “Al elegir una clínica de fertilidad colombiana, la documentación se firmó allá frente a un notario, después se hizo apostillar por cancillería, y lo protocolizamos acá”.
Durante ese viaje conocieron a la gestante- a quien decidieron llamar así en la entrevista para respetar su privacidad- con la que se coordinó que viniera al país a los seis meses del embarazo para transitar el último trimestre en Buenos Aires con la intención de que el bebé naciera acá. “Gracias a una ovodonación, se implantó el embrión en el útero de la mujer que llevó adelante el embarazo. Con ella generamos una relación por videollamada, hablábamos día por medio y participamos de manera online en todas las ecografías”.
De manera virtual, la pareja se enteró de que serían padres de una nena y que la fecha probable de parto era el 30 de agosto.
Venir a la Argentina en avión, con las fronteras cerradas
Cuando se acercaba la fecha del viaje, Mauro y Guillermo comenzaron a hacer los trámites para que la gestante pudiera ingresar al país. “El contexto era muy complicado porque estábamos en plena cuarentena estricta y no se permitía la entrada de extranjeros. El cónsul de Colombia nos ayudó mucho. Nos llamó para explicarnos que no había legislación sobre qué hacer en estos casos y charlando encontramos la manera de que pudiera venir para acá”.
Según explica la pareja, su mayor preocupación era que si ella no venía y no los autorizaban a ir a buscar a la bebé, Elena iba a quedar al cuidado de enfermeras de la clínica. “Por suerte, mucha gente nos ayudó para que el viaje pudiera concretarse. Una de ellas fue Maria Rachid, titular del Instituto contra la Discriminación de la Defensoría del Pueblo CABA. que intervino en migraciones. El primero de mayo llegó el mail confirmando que podía viajar y así ocurrió finalmente el 14 de mayo”.
Cuando llegó a Buenos Aires, hizo la cuarentena en un departamento a unas cuadra de la casa de la pareja y una semana antes de que naciera Elena se mudaron todos juntos.
El día del primer control en el país, los primeros síntomas de coronavirus
La pareja cuenta que además de todas las situaciones burocráticas que tuvieron que atravesar desde que se embarcaron en la idea de ser padres, pasaron un gran susto cuando Mauro se contagió de coronavirus. “El 16 de junio era primera visita al obstetra en Argentina y estábamos muy emocionados. Desde marzo habíamos estado intentando que una obra social aceptara a la gestante para darle una cobertura y definir dónde iba a nacer la bebé. Cuando finalmente una empresa de medicina privada nos aceptó, con el carnet en mano pedimos turno con el obstetra”.
Después de la consulta con el médico, al llegar a casa Mauro empezó a tener algunos síntomas. “Teníamos miedo de haberla contagiado, además de manera preventiva tuvimos que aislarnos los tres y avisarle al médico, que recién nos conocía, para advertirle porque había sido contacto estrecho”.
“Mauro tuvo fiebre y estuvo unos días en un hotel y yo me quedé en casa. El encargado de nuestro edificio y del edificio donde estaba viviendo la gestante nos ayudaron porque ella por precaución tuvo que aislarse”, cuentan.
La llegada de Elena
Después de todos los trámites, los viajes y las situaciones que atravesaron, el 27 de agosto nació Elena. “El obstetra decidió que fuera por cesárea porque pesaba 3 kilos 800 gramos y no quería que hubiera riesgos”.
La pareja quiere destacar el rol fundamental de Martín Vega, el obstetra y de la neonatóloga, Carmen Vecchiarelli. “En el Sanatorio Otamendi nos recibieron a los tres y organizaron todo para que ambos pudiéramos presenciar el parto. Después, además nos permitieron quedarnos internados en la habitación hasta que nos dieron el alta”.
Antes de terminar la nota, Mauro y Guillermo quieren hablar del acto de generosidad de la gestante con quien generaron un relación muy cercana. “No nos conocíamos y generamos un vínculo hermoso. No tenemos palabras para agradecerle por todo lo que hizo, puso todo su esfuerzo y su cuerpo. Dejó a sus hijos en Bogotá para venir para acá y más allá de que habla con ellos cotidianamente y nosotros también charlamos con ellos, le queremos reconocer el gesto inmenso que tuvo con nosotros”.
“Ella dice que es como una tía para Elena, y en broma hablamos de que es la cigüeña de nuestra familia. Realmente generamos un vínculo que estamos seguros que perdurará en el tiempo. Sin lugar a dudas, lo que ella hizo por nosotros no se puede medir con dinero ni con nada. Es altruista”.
Sobre Elena y los primeros días de la familia de tres, Mauro afirma que conoció un nuevo estado de ánimo. “Estoy babosamente feliz. Me emocioné mucho cuando salimos de la clínica y ahora la vida es así de maravillosa. Estamos muy agradecidos por la familia que formamos, que en algún momento no lo creíamos posible y que ahora es una realidad”.