Vanina Catalá Ortmann y Leonel Chainski tienen 35 años, son docentes y viven en el barrio San José, de Lomas de Zamora. A fines de 2019 viajaron a Europa para conocer las ciudades donde habían vivido sus ancestros y volvieron con descendencia. Aquí, cuentan cómo recibieron la noticia del embarazo y de qué manera se preparan para recibir a Julieta, Victoria y Delfina
Los primeros días de 2020, mientras en Buenos Aires la sensación térmica escalaba los 35 grados, Vanina Catalá Ortmann (35) vestía campera y gorro de lana. Estaba de vacaciones en Europa junto a su pareja Leonel Chainski (35), donde recorrieron más de diez países antes de que la pandemia por el COVID-19 cerrara las fronteras del mundo entero.
El 28 de enero, mientras caminaban por las calles de Polonia, Vanina decidió pasar por una farmacia para comprar un test de embarazo. “Tenía un atraso de varios días, algo de náuseas y mucho sueño”, cuenta a Infobae, acerca de los primeros síntomas. Con el resultado positivo en la mano y varias “dudas de primeriza” se puso en contacto con su ginecóloga.
“Me recomendó que caminara poco y que no hiciera demasiado esfuerzo. Nosotros seguíamos de viaje, pero yo ya tenía ganas de volver a casa. Quería hacerme una ecografía porque estaba ansiosa”, repasa Vanina, como si hubiera intuido que las dos rayitas eran solamente la punta del ovillo.
Es más, si en ese momento hubiera estado protagonizando una película, la cámara habría hecho un plano detalle de la marca del test. “Baby Boom”, decía la caja. Un anticipo de lo que se venía. Pero ella y su novio recién lo sabrían quince días más tarde.
Amor de la adolescencia
De San José, Lomas de Zamora, Vanina y Leonel se conocen desde hace dos décadas. “Éramos compañeros de clase en la Escuela Media Nº 14 Tomás Espora. Primero nos hicimos amigos y, un tiempo después, nos pusimos de novios. El próximo 23 de julio vamos a cumplir 15 años juntos, los últimos cinco conviviendo”, cuenta ella. Además del barrio y la edad, Catalá Ortmann y Chainski comparten la misma profesión: ella es docente de Biología; él de Química de la Escuela Superior Nº 15 “Vicente D. Sierra”, de Temperley.
Amantes de los viajes, para fines de 2019, planearon una recorrida de 55 días por el viejo continente. “A principio de ese mismo año habíamos estado en Italia, pero nos quedamos con ganas de seguir conociendo y volvimos. En esta segunda vuelta hicimos varios destinos. Yo quería conocer Polonia, porque mi abuelo es de origen Polaco y a Vani le pasaba lo mismo con Alemania. También visitamos Munich, Nuremberg, Cracovia y Milanova”, repasa Leonel.
Bebé al cubo
Fue el sábado 15 de febrero. Aterrizaron en Ezeiza de madrugada, dejaron las valijas en su casa y se trasladaron al Grupo Médico Progenie, donde los recibió la obstetra y especialista en diagnóstico prenatal, María Inés Visco (38). “Para esa altura, Vanina estaba transitando la semana nueve de su embarazo. Me dijo que se sentía muy pesada... Yo creo que algo intuía”, recuerda Visco en comunicación con Infobae.
Graduada en la Universidad de Buenos Aires y con una especialización en la Universidad Austral, Visco lleva años haciendo ecografías. Sin embargo, el embarazo de Vanina marcó un antes y después en su carrera. Según pudo reconstruir este medio, ese momento clave, fue más o menos así.
Visco insertó el transductor con cuidado, lo movió y luego fijó la vista en el monitor. “Ah, no lo puedo creer”, dijo. Vanina miró la pantalla y luego volvió a mirar a la ecografista. “¿Qué pasó?”, le preguntó. “Es un embarazo trigemelar”, le contestó.
Otro guiño del destino: fueron a hacer un viaje ancestral y volvieron con descendencia. “Las nenas son importadas”, bromea Vanina que, sacando cuentas, asegura que la concepción fue en Europa.
Para Vanina la noticia fue un baldazo de agua fría. “Me tapé la cara y me puse a llorar. Casi me muero: fui por uno solo y al final eran tres”, recuerda. Mientras intentaba tranquilizarla, María Inés Visco le preguntó si había ido acompañada y salió a buscar a Leonel, que había decidió esperar afuera “para no invadir”, ya que no se trataba de una ecografía tradicional, sino de una trasvaginal.
“La doctora sale del consultorio y escucho que dice mi nombre en voz alta. Cuando entro, la veo a Vani recostada en la camilla llorando desconsoladamente. Tenía toda la cara roja”, dice Leo que, para esa altura, no entendía nada. “¿Se lo decís vos o se lo digo yo?”, preguntó la ecografista en voz alta. “Decíselo vos”, contestó Vanina con un hilo de voz. “Ahí me enteré que era un embarazo múltiple”, repasa Leo que, a diferencia de su novia, recibió la noticia con mucha alegría. “La abracé y le dije que se quedara tranquila”, dice él.
Según María Inés Visco, el caso de Vanina es excepcional. “Se trata de un embarazo monocorial triamniótico, lo que significa que las tres niñas son genéticamente idénticas. Por lo general, uno aprende estas cosas en la universidad, pero después es muy difícil encontrarlas en la vida real. Más, cuando se dan de manera natural como en esta pareja”, dice la obstetra.
De acuerdo con Visco este tipo de embarazos múltiples se producen cuando un espermatozoide fecunda un óvulo y queda dividido en tres en la primera etapa de gestación. “Como resultado, los bebés comparten la placenta y todas las características físicas, entre ellas, el sexo y el grupo sanguíneo”, explica la ecografista sin disimular su entusiasmo. Y sigue: “Hay que estar dormido para no enamorarse de esto que está pasando. Toda la comunidad médica del Instituto de Diagnóstico Ecográfico (IDE) está muy emocionada”.
Acerca del shock inicial, Vanina Catalá Ortmann explica: “El plan era agrandar la familia, pero de a poco. Nosotros habíamos dejado de cuidarnos hacía unos meses y no hicimos ningún tratamiento. Cuando la obstetra me dijo que eran tres lo único que pensaba es: ¿Cómo voy a hacer para llevar tres bebés en la panza?”, cuenta y dice que, gracias a la cuarentena, pudo tener un embarazo más tranquilo.
Para Leonel, el “fantasma” pasaba por lo económico. “Por suerte, en noviembre del año pasado, nos mudamos a la parte de arriba de la casa de mis padres. Si bien tuve que hacer algunos arreglos, hay espacio de sobra y no tenemos que preocuparnos por pagar un alquiler. Con respecto al dinero, si el sueldo no alcanza, tendré que sumar algunas horas extra de clases”, apunta el docente y futuro papá de Julieta, Victoria y Delfina.
Además, cuenta, ya le regalaron cochecitos, tres “praticunas” y las sillitas para trasladas a las niñas en el auto. Manos para cargarlas, agrega Vanina, tampoco les van a faltar. “En la planta baja están los padres de Leo y los míos, que van a inaugurar su título de abuelos, a cuatro cuadras. Todo el mundo se ofreció para ayudar. Hasta nuestros ex alumnos”, dice.
A medida que pasaban los días, Vanina empezó a interiorizarse en el mundo de los embarazos múltiples que, por lo general, suelen ser más cortos. “Mi miedo era que fueran prematuras. Comencé a mirar algunos videos de bebés que nacieron de 24 semanas con 600 gramos y salieron adelante. Yo ya estoy en la semana 30 y las gorditas pesan 1 kilo 200 gramos cada una, así que están perfectas”, cuenta.
Por su parte, María Inés Visco agrega: “Yo sigo maravillada. Las nenas tienen exactamente la misma porción de placenta cada una. A medida que van creciendo, se ve cómo interactúan: cuando le querés enfocar la cara a una, la otra se le tapa con un pie. Es muy divertido”.
La fecha de parto no está programada, pero será cuestión de semanas. Quizá menos. A pesar de eso, Vanina habla con calma y de manera pausada. Si algo le vienen enseñando sus hijas es a no anticiparse.
“Todavía me acuerdo de ese 15 de febrero. Salí de la ecografía pensando que por el tamaño de la panza iba a estar postrada en una cama dos tres meses antes del parto. Y, al final, mirá todo lo que me dejaron andar. Viene siendo un embarazo maravilloso”, concluye.