Los días siguen pasando y los gimnasios continúan sin abrir sus puertas. La situación los desborda ya que hay que afrontar gastos sin generar ingresos. Tal es el caso de Darío Bilbao, dueño de Kinua, que después de 9 años en el rubro tuvo que cerrar definitivamente su centro, y enfatizó: "La sensación no es la más linda, ni la mejor. Uno vive muy al límite mes a mes. La decisión pasó por tratar de no seguir generando gastos y no continuar perdiendo tanto dinero”.

En otros casos, aunque no se llegó a ese extremo, se vive una gran crisis:

Juan Dellamea, dueño de Motus, abrió su espacio a principio de marzo, después de mucho esfuerzo y dedicación. Dos semanas después, a causa de la pandemia, debió apagar sus luces y cerrar las cortinas: “Pensábamos que iba a ser algo pasajero de quince o veinte días pero se empezó a extender y fue ahí cuando tuvimos que buscar qué hacer para tener algún ingreso. Comencé a realizar planes on-line y alquilar los elementos, pero no cubro el total de los gastos”, comentó. 

“Espero que no se me cruce por la cabeza tener que cerrar definitivamente porque me la estoy rebuscando. Acá hay algo que no se está teniendo en cuenta: hace cuatro meses las personas que tienen enfermedades como diabetes, hipertensión, obesidad, entre otras, aumentaron sus dificultades por no poder acceder a la actividad física, los profesores tenemos un rol importantes. Las condiciones están dadas para que nos dejen trabajar, sentimos que nunca leyeron el protocolo que presentamos”, concluyó Dellamea. 

Federico Bearzotti tenía un proyecto junto a un socio, de abrir un gimnasio en el mes de abril. Con la cuarentena y todo lo que eso implica, la idea se encuentra en un parate que parece eterno: “En marzo renunciamos a nuestro trabajo para afrontar la nueva idea que teníamos, pero por toda esta situación no la pudimos hacer realidad. Compramos los materiales y los estamos abonando, era un dinero que íbamos a recuperar con el gimnasio y como no se abrió tenemos las cuentas negativas. Desde lo económico lamentablemente estoy viviendo en base a los ahorros que tenía para otras inversiones”, explicó.

“Las sensaciones de la extensión de la inactividad son muy malas sobre todo porque están volviendo otros ámbitos, y eso nos da a entender que no nos tienen en cuenta. Queremos abrir ajustándonos al protocolo porque somos agentes de la salud y comprendemos la problemática. Hay que aprender a convivir con la pandemia”, finalizó Bearzotti. 

Frente al panorama en que se encuentra el rubro y con el lema “la unión hace la fuerza” se creó la Asociación de Gimnasios y Actividad Física. Para apoyarse en la adversidad, para defender los derechos y el trabajo, para tener presencia y ser escuchados. Diego Ceballos, vicepresidente de la misma, expresó: "La idea es trabajar para el bien de la salud de la ciudad. Los recursos que fuimos utilizando en este parate se van agotando porque los días siguen pasando. Apuntamos a que el COE Central nos tome como una ciudad aparte de Córdoba Capital porque estamos en situaciones diferentes”.

Y agregó: “Las estadísticas a nivel nacional comprueban que hay muchas familias sufriendo el cierre de los gimnasios. Más del 25% que está deliberando cerrar definitivamente. Se está dejando atrás el fruto de muchos años de trabajo. Uno mira hacia adelante y no encuentra salida. La Asociación es un principio para cambiar el pensamiento sobre la actividad física en Río Cuarto”. 

Con respecto a las sensaciones al ver su centro vacío, manifestó: “Cada dos o tres días lo visito, y verlo de esa forma me genera mucha tristeza ya que parece un saloncito cerrado. Sumado a que llego a mi casa y siento que cada vez le puedo dar menos a mi familia. El margen se va achicando y todo esto se sigue dilatando”.