La portada de un diario sensacionalista inglés en 1970 trajo la noticia de la década: McCartney abandonaba los Beatles. La banda más importante de la historia llegaba a su fin.
Cincuenta años atrás, en la mañana del 10 de abril de 1970, todo era convulsión en el edificio de Apple, el sello de los Beatles. La banda había ocupado la portada de la mayoría de los diarios de ese día. No era algo nuevo para ellos, tenían una colección de ellas. Pero esta vez era distinto.
Las puertas de las oficinas se golpeaban, la gente entraba y salía, el teléfono sonaba sin parar. En la calle decenas de periodistas. Sólo en una habitación había calma. George Harrison, ajeno a las noticias del día, daba una entrevista para Fact or Fantasy?, un programa sobre religiones y espiritualidad de la BBC. George hablaba sobre su vinculación con el movimiento Krishna.
De una de esas oficinas salió un comunicado oficial que intentó ser gracioso y despreocupado. “Ya llegó la primavera y mañana el Leeds juega contra el Chelsea y Ringo, John, George y Paul están vivos, bien y llenos de esperanza. El mundo sigue andando y también ustedes y nosotros. El momento para preocuparse será cuando el mundo pare. No antes. Hasta que eso pase los Beatles están vivos y bien. Y la música sigue sonando”. Dereck Taylor, el jefe de prensa del grupo, repartió el comunicado entre los periodistas mientras que su secretaria lo dictaba por teléfono a varias redacciones. Sin embargo ya era tarde para juegos de palabras. Las tapas de esa mañana habían sido muy contundentes.
Paul quits The Beatles. Paul abandona los Beatles, decía el Daily Mirror en letras catástrofe (como correspondía). La banda musical más importante de la historia llegaba a su fin.
El día anterior, el 9 de abril, los principales medios habían recibido una copia del vinilo del primer disco solista de Paul McCartney. Dentro había una entrevista impresa. Paul le había pedido a Peter Brown, otro empleado de Apple, que le mandara unas preguntas, que él las iba a responder. Esa era toda la actividad de prensa que pensaba hacer para el lanzamiento. Las mismas respuestas para todos los medios. Intentaron convencerlo de que diera notas, que fuera a la televisión. Pero él se mantuvo firme. Lo que nadie sabía es que esas dos hojitas provocarían semejante revuelo. En esas dos hojitas (en realidad en la primera, porque en la segunda Paul describía uno a uno los temas del disco) estaba la noticia del año. O, posiblemente, de la década. Los Beatles se separaban.
Sin embargo, bien leídas, las respuestas de Paul no eran tan definitivas como los titulares del día siguiente.
-¿Extraña a los otros Beatles o a George Martin? ¿Pensó en algún momento “Qué bueno sería tenerlo acá un rato a Ringo”?
-No
-¿Está planeando un nuevo disco o la grabación de algún tema con los Beatles?
-No
-El álbum ¿es el final de los Beatles? ¿Es el comienzo de su carrera como solista?
-El tiempo dirá.
-¿El alejamiento de los Beatles es permanente o momentáneo? ¿Por qué se dio?
-Diferencias personales, diferencias de negocios, diferencias musicales. Pero sobre todo porque la paso mejor con mi familia. ¿Temporario o permanente? De verdad, no lo sé.
Estas eran sus respuestas sobre los Beatles. Tampoco eran tan contundentes ni desoladas para merecer esos títulos. Las preguntas sobre el grupo las había agregado él. Quería dar a conocer su parecer. Aclarar que ya no escribiría con John Lennon.
Al leer esto, John se enojó con Paul. Razón no le faltaba. Tiempo después en una famosa entrevista que le dio a Jann Wenner, fundador de la Rolling Stone, fue muy duro con su ex compañero. La guerra continuaría a través de sus discos. Se envían mensajes venenosos a través de las canciones. Mensajes directos, nada solapados, poco elegantes, indignos de su historia y de su genio.
En septiembre de 1969 luego de tocar en Toronto con la Lennon Ono Band, John regresó a Inglaterra dispuesto a disolver los Beatles. Se reunió con Allen Klein, el manager de la banda, y se lo comunicó. Klein le pidió que no dijera nada. Ni a los medios ni a sus compañeros. Estaba renegociando el contrato con EMI y las tratativas con un grupo extinto eran muy diferentes que si lo que él ofrecía era la banda más importante del mundo en actividad.
John no habló con la prensa pero sí lo hizo con sus (ex) amigos. La noticia los impactó. En especial a Paul. McCartney era el que se había puesto el grupo al hombro en los últimos años, desde la muerte por sobredosis de Brian Epstein, el manager original. Carry that Weight había escrito en Abbey Road. El peso recaía sobre él. Varias veces ejerció ese poder, obtenido por su hiperactividad, algo abusivamente. El día que John les pidió reunirse, Paul había tratado que la banda tomara un nuevo rumbo. Propuso que tocaran en pequeñas salas, que se reencontraran de a poco con su público. Eso, naturalmente, antes de que Lennon anunciara su partida. “Me parece que te estás volviendo loco”, le dijo John.
Cuando el Daily Mirror salió con esa portada, Lennon se sintió estafado por Paul. Él había permanecido en silencio seis meses
pero Paul le había robado la primicia. Sentía que el derecho de comunicarlo, si no lo hacían todos juntos, le correspondía. “Yo armé los Beatles, yo los doy por terminado”, declaró poco después. Y le atribuyó a Paul un motivo oculto, banal y mercenario: sólo lo hizo para conseguir prensa para su disco solista. Ese razonamiento (y todo el desgaste personal mutuo acumulado) de John impidió que por años pudieran acercarse.
Sobre el motivo definitivo de la separación se tejieron diversas versiones a lo largo de los años. Yoko Ono, Linda McCartney, la presión del éxito, la tensión entre John y Paul, los problemas de Apple.
¿Por qué se separa una pareja? Nunca es por una sola causa. Las razones se entrecruzan, se pegotean, se confunden pero la decisión final en algún momento se torna evidente, se impone a las partes.
Habían crecido. Demasiado. Habían superado hasta sus sueños más enloquecidos y ambiciosos. Llegaron a dónde nunca antes nadie lo había hecho. Muchos años después le preguntaron a Ringo Starr qué se sentía ser un Beatle. Se comparó con los pocos hombres que pisaron la Luna. Sólo ellos habían estado ahí. Una vivencia inefable, imposible de transmitir.
Paul, en realidad, fue el último en irse del grupo. Los problemas empezaron en 1968. En medio del Álbum Blanco el que se cansó fue Ringo. Lo tuvieron que ir a buscar para continuar (se había ido a pasear por el Mediterráneo con Peter Sellers: buena forma de transcurrir un duelo). Luego fue George, el que hastiado de las órdenes de Paul y del menosprecio a su capacidad como autor, el que se marchó en medio de las sesiones de Get Back (luego llamado Let it Be). John tomó la decisión final.
La intrusión de Yoko se convirtió en un problema. El pacto de que esposas o novias no se entrometieran se había roto. Yoko era una presencia omnipresente. Algunas vez Ringo le dijo a Lennon que Yoko no debía opinar en el estudio. John fue terminante: “Es como si fuera yo. Es más: Ella y yo somos uno solo”. Años después Yoko declaró: “Se necesita algo interno para separar cuatro personalidades fuertes como las de ellos. Eso nunca sucede por un factor externo”. La artista también contó que el día que John le comunicó al resto que se iba, subió al auto en el que ella lo esperaba y le dijo que de ahora en adelante no habría nada más, que serían sólo ellos dos, John y Yoko. “Dios. Esos tres eran los que lo entretenían y lo mantenían ocupado. No sé si yo sola voy a poder hacerlo”, contó Yoko que pensó en ese instante.
Cada uno a su manera empezó a querer pasar más tiempo con su familia (o sus parejas) que con el resto de los integrantes del cuarteto. Aunque al no dar a conocer la decisión a la prensa hacía que los cuatro estuvieran abiertos (y hasta esperanzados) en que pudieran volver. Tal vez el que más alejado se mostraba era Lennon. Su autosuficiencia natural, la pérdida de centralidad en el grupo, Yoko y la heroína colaboraban.