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08/11/2019 08:09 hs

La hermandad Brontë: las chicas, sus libros y un Caín tarambana

Río Cuarto - 08/11/2019 08:09 hs
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Laura Ramos indaga en la vida y obra de los cuatro autores británicos, sus similitudes y rivalidades y cómo Charlotte construyó un mito edulcorado muy lejos de la realidad. 

Como en el retrato que ilustra la portada de Infernales. La hermandad Brontë (Taurus), la biografía de la escritora argentina Laura Ramos dedicada los cuatro escritores, Charlotte, Emily, Anne y Branwell, en el imaginario popular de los Brontë, Branwell, el único hermano, ha sido borrado. En el caso del cuadro, pintado por él, fue él mismo quien se tapó con una columna color ocre, por eso su retrato aparece difuminado en la portada del libro. Charlotte escribió Jane Eyre; Emily es la autora de Cumbres borrascosas; Anne escribió una novela protofeminista, La inquilina de Wildfell Hall; y Branwell, en quien depositaba todas las esperanzas e inversiones el padre, es autor de una enorme cantidad de poemas que se publicaron en vida en diferentes periódicos.
Laura Ramos decidió que escribiría una biografía sobre los Brontë en su segunda visita a Haworth, donde estuvo tres semanas. Cuenta en una nota final en el libro: «Decidí, con los zapatos llenos de barro y nieve, poseída, eludir las lecturas contemporáneas y la crítica feminista que tanto interesaba a mi madre para oponerles a mi única interlocutora, la primera biógrafa, la amiga de Charlotte, la sentimentalista, la señora Gaskell. Si los estudios del siglo XX se dedicaron a indagar la relación entre el yo y la obra, entre lo biográfico y el yo personal, yo abriría un paquete prohibido: el sentimentalismo. Me apropiaría de todas las investigaciones hechas hasta el momento, haría la ruta Brontë británica, la irlandesa y la belga, pero también abrevaría de las fuentes desacreditadas: chismes, videntes, farmacéuticos, borrachos, fantasmas, la cuñada del guardia».
La misión que se impuso Ramos, que ha estado estos días en España atendiendo a la prensa, era reunir todos esos datos descubiertos en el siglo XX que «hicieron poner en tela de juicio la idea general de que las Brontë eran tres vírgenes del páramo que no conocían el mundo y que eran unas niñas ignorantes. Fui buscando entre todas las investigaciones y crítica que se hizo para recopilar y armar una historia más realista que la que escribió el mito Brontë, que lo empezó a escribir la misma Charlotte cuando murieron sus hermanas. Ella decidió contar esa historia porque su familia lo necesitaba: eran los tres autores, porque publicaron bajo pseudónimo masculinos, más vilipendiados de Inglaterra. Charlotte necesitaba restaurar el buen nombre tras la muerte de Emily y Anne. Reedita las novelas de sus hermanas, omite, censura una de las novelas de Anne, La inquilina, porque es una novela protofeminista, y edita, corta y cambia los poemas de Emily».
La familia Brontë parece marcada por el signo de la desgracia, y eso engorda el mito. La madre murió pronto. El padre era párroco y, tras la muerte de su esposa, envió a las hijas a un hogar «para hijas de clérigos pobres». Las dos mayores, Maria y Elizabeth, enfermaron y murieron de tuberculosis -la enfermedad de la familia- con menos de dos meses de diferencia y con 10 y 11 años. El resto de hermanos creó una hermandad literaria, Juvenilia, con dos mundos infernales, Angria, de Charlotte y Branwell, y Gondal, de Emily y Anne. Le dedicaban horas y horas y sufrían por sus personajes y su destino de verdad. Los Brontë vivían la literatura con una intensidad incomparable.
Infernales es una biografía sobre esa hermandad y el peso de la historia va recayendo en unos u otros según lo requieran los acontecimientos: al principio, el protagonismo es colectivo, hasta que la hermandad se rompe con la partida de las chicas al internado. Por momentos, el libro se centra en la dialéctica entre Charlotte y Branwell, cómplices y competidores. El protagonismo de cada uno es también un reflejo de la personalidad: así, Emily y Anne ocupan un discreto segundo plano. Las salidas de la rectoría son importantes y marcan a las hermanas, el internado, pero también la estancia en Bélgica y el conocimiento del francés serán fundamentales para Emily y Charlotte. En cuanto a sus diferencias como escritores, Ramos explica: «Emily habla sobre la creación, Charlotte encuentra una voz de una mujer fea tan poderosa que atraviesa los siglos, Anne es como una especie de escritora testigo y Branwell era Caín y terminó siendo Abel».
La biografía se construye con esa mezcla de fuentes autorizadas y rumores que se toman con precaución. Hay materiales diversos -cartas, diarios, poemas, otras biografías- que cuentan los hechos. Ramos se ha dejado contaminar por la literatura de las Brontë: eso explica el uso de algunos recursos novelescos, como la suspensión de una trama para recuperar otra que hacen que la tensión narrativa se mantenga.
Charlotte, la última superviviente de la saga, la creadora de «la primera heroína fea de la literatura», conoció la fama y acudió a las mismas fiestas que Dickens o Thackeray. Y se encargó de fabricar una imagen edulcorada de sus hermanas tanto como vampirizó, «no sin razones», a su hermano Branwell, adicto al opio y alcohólico y endeudado y, en parte, fracasado. Infernales se adentra en la vida cotidiana y material de una familia de genios mientras explica sus mundos literarios. Al aportar realismo al mito lo engrandece.

El Mundo 

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