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15/09/2019 11:16 hs

Violaciones y torturas: así se ensañaba con las mujeres la dictadura de Augusto Pinochet

Latinoamerica - 15/09/2019 11:16 hs
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Un libro publicado con motivo del 46 aniversario del golpe militar en Chile busca acercar a la población masiva los principales testimonios del Informe Valech, elaborado por la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura quince años atrás. Violaciones, torturas a embarazadas y a menores de edad formaron parte de un capítulo especial de la dictadura militar. 

Por violación de los torturadores quedé embarazada y aborté en la cárcel. Sufrí shock eléctricos, colgamientos, "pau-arara" , "submarinos",  simulacro de fusilamiento, quemadura con cigarros. Me obligaron a tomar drogas, sufrí violación y acoso sexual con perros, la introducción de ratas vivas por la vagina y todo el cuerpo. Me obligaron a tener relaciones sexuales con mi padre y hermano que estaban detenidos. También a ver y escuchar las torturas de mi hermano y padre. Me hicieron "el teléfono", me pusieron en la parrilla, me hicieron cortes con yatagán en mi estómago. Tenía 25 años. Estuve detenida hasta 1976. No tuve ningún proceso (Región Metropolitana, 1974).

El relato anterior es uno de los de 3.399 relatos de mujeres que recibió la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura entre 2003 y 2004, y que fue volcado en el capítulo V del Informe Valech, titulado "Métodos de tortura: definiciones y testimonios". Allí se distingue de los métodos convencionales de tortura (golpizas reiteradas, lesiones corporales deliberadas, colgamientos, posiciones forzadas, aplicación de electricidad, amenazas, simulacros de fusilamientos, humillaciones y vejámenes, desnudamientos, agresiones, etc), de la violencia sexual ejercida contra mujeres, definido como un "crimen de guerra o de lesa humanidad".

Casi todas las mujeres que declararon en el informe dijeron haber sido objeto de violencia sexual sin distinción de edades, y de ellas, 229 cursaban embarazos. Como consecuencia de las torturas sufridas, 20 abortaron y 15 tuvieron a sus hijos en presidio. El libro Así se torturó en Chile (1973-1990) (Editorial La Copa Rota), editado por Daniel Hopenhayn y publicado con motivo del 46 aniversario del golpe de Estado de Augusto Pinochet, recogió los principales pasajes y los antecedentes históricos de la tortura practicada en Chile en los 17 años de la dictadura militar.

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De acuerdo con declaraciones de Hopenhayn hechas a la prensa chilena, su objetivo con esta publicación era reivindicar el valor de dicho informe (publicado hace 15 años y que consta de unas 500 páginas) y acercarlo a un público más amplio haciéndolo más accesible.

Fui llevada a (un recinto del Ejército) y fui objeto de abuso sexual. Nos llevaron detenidas con mi hermana y una amiga. Yo fui la primera en ser interrogada. Me hicieron pasar a una pieza donde había tres milicos con su rostro tapado, tenían una bolsa negra en la cabeza , uno por uno me hacían preguntas, pero yo no sabía nada por lo tanto no podía responderle nada. Entonces uno de ellos se bajó los pantalones y sacó su pene y me obligó a que se lo tenía que enderezar con mi boca. Después vino el otro y el otro. En total fueron tres milicos que tuve que enderezárselo, el último se fue en mi boca, no sé quienes fueron o cómo eran porque estaban encapuchados. Lo único que sé es que mi vida nunca volvió o volverá a ser como antes, ya que en ese tiempo era solo una estudiante. Por lo ocurrido no pude continuar estudiando hasta ese momento (…) lo único que sé es que no puedo olvidar nada.
Consta que estuvo detenida 12 días en la cárcel sin registrar proceso y egresó por falta de méritos (Testimonio de una joven de 14 años, de la región VII Región, 1973).


A los informes del Informe Valech, el periodista de The Clinic Daniel Hopenhayn agrega una larga introducción en la que da contexto a los métodos de tortura y detalla su aplicación por parte de las Fuerzas Armadas chilenas. Con el fin de obtener información, inducir confesiones, llevar adelante un ritual aleccionador, extenuar física y psicológicamente a los enemigos de la autoridad, los militares han perpetrado episodios que hablan de racionalidad y bestialidad en un mismo movimiento. Hopenhayn reflexiona sobre esta ambivalencia para afirmar: "Las conductas aberrantes a que esta política da origen, los desbordes de odio visceral, el goce que una alta proporción de los torturadores descubre en su labor, se resisten a ser explicados por esa racionalidad institucional. El caso chileno ofrece ejemplos de sobra".

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Más tarde, se interroga sobre los debates de una sociedad que ha debido atravesar un proceso semejante, entre torturadores y torturados, y lo que para él es el motivo último de la publicación del libro. "Entre los indignados y los satisfechos, sin embargo, existe un tercer grupo: los indiferentes. Esa insondable marea humana en cuyas espaldas descansa la impunidad de la bestia. Para llenar ese espacio con voluntades despiertas es que las sociedades contemporáneas concibieron un nuevo género narrativo, y a la vez patrimonial: la memoria histórica, construida con los testimonios y evidencias de aquello que no puede volver a repetirse. El Informe Valech, así como este intento de aportar a su difusión, sin duda se inscriben en ese campo".

Específicamente sobre la violencia sexual, los militares y agentes secretos de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), tenían algunos recintos de tortura especializados. Lugares como Venda Sexy o La Discotéque, esta última ubicada en la capital, Santiago. De acuerdo con el libro, "tenía música ambiental permanente, a alto volumen (…) En este recinto se practicó con especial énfasis la tortura sexual. Eran frecuentes las vejaciones y violaciones sexuales de hombres y mujeres, para lo que se valían además de un perro adiestrado".

Después de 30 años, sigo llorando. Cuando fui detenida estaba embarazada de tres meses. Estuve en la Comisaría de (se omite). El carabinero a cargo me amenazaba de que me iba a violar. En una carpa de campaña en el patio obligaron a un dirigente sindical a violarme y manosearme a la vista de dos  carabineros a cargo. Me amenazaron con sacarme las uñas de los pies (no lo hicieron, sí a otros compañeros). En (se omite) tuve un simulacro de fusilamiento… Estuve incomunicada en bancas días y noches. Vendada todo el tiempo. Era obligada a observar la tortura de otros y era amenazada de que me violarían nuevamente. En los interrogatorios me desnudaban , me manoseaban y me sentaron en la silla dental y me pusieron corriente en los pechos, garganta, vientre, piernas… Fui a dar al hospital en diciembre del 73 (X Región, 1973).

De las detenidas que testificaron para el informe, 15 dieron a luz estando en prisión. Muchas de ellas quedaron embarazadas producto de las violaciones a las que fueron sometidas. Otras, también, tuvieron abortos en prisión, ya sea espontáneos o provocados. Una mujer de 29 años, hija de una detenida de 15 que fue violada por su torturador, relató: "Yo represento la prueba gráfica, represento el dolor más grande, lo más fuerte que ha vivido mi mamá en su vida (…) Después que me contaron, empecé a tomar, tomaba todo el fin de semana, escondida. Por eso siento que tengo muchas lagunas de mi adolescencia (…) Siento que nosotros, los niños nacidos igual que yo, fuimos tan prisioneros y torturados como los que estuvieron presos".

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En su momento, el impacto del informe Valech fue sintetizado en una frase, que vuelve a la cabeza cuando se leen los fragmentos recogidos por el libro: "Nunca me imaginé que se hubiera llegado a tanto". Fue el resultado de una comisión encabezada por monseñor Sergio Valech y entre sus conclusiones figuran el reconocimiento de casi treinta mil chilenos como víctimas del terrorismo de Estado. Muchas de estos métodos de tortura publicados en el informe y en la reciente publicación, llegaron a Latinoamérica a partir de 1959 desde Francia, y luego fueron reforzados desde Estados Unidos.

De forma similar a lo que ocurrió en otros países de la región que sufrieron dictaduras similares, contaron con cómplices locales que van desde la prensa hasta el personal médico que "cuidaba" a las víctimas para que se les pudiera seguir flagelando. En el caso chileno, casi el 90% de las víctimas fueron hombres, en su mayoría menores de 30 años al momento de los vejámenes.

Citado por el diario El País, Hopenhayn explicó: "Cuando te enfrentas a estos relatos, te das cuenta de que una sociedad no puede saber que torturó si no sabe cómo torturó (…) No se trata de que una sociedad lo piense dos veces antes de volver a torturar, porque entonces lo terminará haciendo. Se trata de que abomine de ello con la sola idea de pensarlo".


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