El país asiático subió sus compras de granos de soja y bajó las de subproductos. Algunas plantas locales pararon sus actividades.
La industria aceitera nacional es una de las más modernas y eficientes a nivel mundial, pero no está atravesando su mejor momento. Sucede que China, su tercer mayor cliente en aceite de soja (luego de India e Irán), ha decidido estimular su propio complejo oleaginoso basado en la importación del grano.
Este cambio de estrategia por parte del país asiático ha incrementado la capacidad ociosa de las plantas nacionales, a tal punto que las compañías Cargill y Vicentín decidieron discontinuar sus actividades en algunos de sus establecimientos por falta de materia prima.
A pesar del aumento que exhibe la producción nacional de soja, el ritmo creciente de las exportaciones de granos sin elaborar y de la capacidad instalada de molienda por parte de las empresas, a partir de la inversión de más de dos mil millones de dólares en los últimos 10 años, comenzó a generar en los últimos dos años un incremento en la ociosidad de la industria. A eso se sumaron las dificultades para traer soja de Paraguay, bajo el régimen de admisión temporaria.
Durante 2012, la inactividad industrial llegó al 34 por ciento, como consecuencia de la expansión de las exportaciones de poroto de soja principalmente a China y a la mala producción nacional (40 millones de toneladas), aseguran desde el sector.
Para el presente año, que arrancó su calendario comercial en abril con el inicio de la última cosecha, el nivel de inactividad que proyecta la industria es del 30 por ciento, a pesar de que la producción de soja creció 22,5 por ciento respecto a la cosecha anterior.
Según publicó La Voz del Interior, la performance vigente ha quedado muy lejos de los niveles de ocupación del 86 por ciento (con una ociosidad de 14 por ciento) que mantuvo el complejo durante los primeros seis años de la década pasada. “La capacidad ociosa actual es el doble de la recomendable, para evitar que costos fijos mayores conspiren contra la competitividad”, admiten los industriales.
Si bien el mercado interno muestra hoy una resistencia a vender soja (hay alrededor de 15 millones de toneladas en poder de los productores), esta ausencia temporal de la oferta no preocupa a la industria. En el sector saben que en algún momento ese volumen de materia prima se volcará a la demanda.
La inquietud la genera China. Basada en la importación de soja, la competitividad de la industria aceitera del país asiático descansa sobre una red de estímulos internos y barreras paraarancelarias. La integran un diferencial arancelario de importación que favorece el ingreso del grano, licencias no automáticas que traban la importación de harina de soja, un tratamiento diferencial impositivo y políticas preferenciales para invertir en el sector.
Mientras tanto, la industria argentina ha afrontado en los últimos seis años un fuerte incremento de sus costos de producción. En ese período, los salarios del sector aumentaron 546 por ciento; la energía eléctrica, 404 por ciento y el gas, 337 por ciento.
“En China, un salario promedio de la industria manufacturera es del orden de los 354,6 dólares mensuales, un cuarto del salario mínimo de la Argentina, que ronda los 1.444 dólares”, según comparó un informe del sector aceitero nacional.