Como en cada aniversario, la Ciudad de los Niños hará una tallarineada para reunir a la familia grande.
 
Si bien nunca se sabe cuanta gente va a ir, lo curioso es que jamás faltaron tallarines para los comensales.
 
Silvia Giayeto es una de las colaboradoras de la Ciudad y dialogó con La Mañana del Limón.
 
Aseguró que esta actividad se suma a la tarea diaria, gratifica a la comunidad y orienta la tarea de todos los días para compartir la mesa con la familia grande comiendo tallarines caseros.
 
La tarea y la misión de la Ciudad de los Niños tiene como centro el acogimiento de los chicos, niños que muchas veces vienen con carencias, historias muy fuertes y se busca que este pueda ser un espacio donde se los reciba y ellos puedan sentirlo como su casa donde están cuidados.


 
“Se trata de atender las cosas cotidianas de cada niño en todos los aspectos. Acompañarlos con la sonrisa, el abrazo y poder tratar de sembrar en su corazón la esperanza que se puede vivir de otra manera, que se puede contar con otro, y confiar en otros para poder caminar la vida con ellos”, señaló Silvia.
 
Sobre la edad dijo que tienen chicos pequeños y también grandes que todavía están con ellos.
 
“Se enseña y aprende humanidad junto a los chicos”, sostuvo Silvia Giayeto.
 
Uno de los niños que vivió en esta gran familia es Zacarias y La Mañana del Limón se comunicó con el. La emoción colmó el aire de Radio Río Cuarto por la gran emoción que trasmitió al recordar sus vivencias en La Ciudad de los Niños.
 
¿Qué significa la Ciudad de los Niños?
 
“Fueron muchas las vivencias. Siempre es un orgullo hablar de la Ciudad de los Niños. Son muchas las emociones encontradas. Al padre Barbero le tengo un gran cariño y nos dio una gran ayuda”, aseguró.
 
Zacarias tiene 36 años y llego a los 6 años a la familia con su hermana. En ese momento eran muy poquitos, no más de 10.
 
Señaló que en ese momento no se daban cuenta donde estaban y pasados los años se dieron cuenta de la importancia de estar en una familia. “Por más que éramos muchos y no estaban nuestros padres presentes éramos una familia”, aseguró.
 
Estuvo hasta los 18 años en este lugar.
 
Dijo que son muchos los recuerdos y viajes, uno de ellos cuando el “curita” (como él le dice cariñosamente al padre Barbero) lo llevo a anotarse a la Escuela Pías porque había sido abanderado del colegio.
 
Conmovido hasta casi sin poder continuar con el relato, Zacarias reiteró una y otra vez: “Me emociono de felicidad y de orgullo”. “Nunca nos faltó nada y siempre nos dio todo lo que estaba a su alcance”, dijo.
 
Zacarias vive en Córdoba, trabaja como viajante de una empresa de materiales de construcción y tiene dos hijas, de los cuales habló con gran orgullo. “Todo lo que me enseño el cura se lo enseño a mis hijas”, aseguró.
 
¿Pudiste sanar todas las cosas malas?
 
Zacarias dijo que está totalmente superado. “El apoyo del padre Barbero y de toda la gente que trabaja con el me ayudo a superar lo malo, razonar de otra manera y ver siempre el lado positivo de las cosas”, señaló.