La demócrata Christine Hallquist, de 62 años, cambió de hombre a mujer hace cinco años. Busca llegar al poder en Vermont, si logra imponerse en las urnas al actual gobernador republicano.
Cuando Christine Hallquist contó a sus hijos que quería ser candidata a gobernadora de Vermont, se enojaron. Cuando se lo contó al directorio de la empresa que presidía, pensaron que era una broma.
Meses después, está a punto de hacer historia como la primera gobernadora transgénero de Estados Unidos, si vence al actual gobernador republicano Phil Scott en las elecciones del próximo martes.
Hasta ahora, Hallquist, de 62 años, era más conocida en su bucólico estado natal como la primera presidenta de empresa estadounidense en cambiar de género y liderar la batalla por la energía renovable.
Cinco años atrás era Dave, padre de tres hijos y esposo de Pat. Hoy es Christine, y aún convive con Pat, convencida de que puede triunfar contra un republicano moderado y bastante popular. Tiene también dos pequeños nietos.
Lanzarse a la política estatal por primera vez ha sido fácil en comparación con la transición que alteró su vida para siempre y el efecto que ésta tuvo en su familia, y que su hijo documentó en una película estrenada en 2016, "Denial" (Negación).
"Esto no es definitivamente lo más duro que he hecho", dijo a la AFP Hallquist, vestida con un sobrio traje de falda y chaqueta en el apretado cuartel general de la campaña del Partido Demócrata en Burlington.
"En 2014 tuve cáncer, estaba segura de que me iba a morir", dice. "Cuando llegó el momento de la transición, fue peor que enfrentar mi propia muerte... Así que una vez que cruzas ese umbral, estoy aquí sentada, disfrutando".
Hallquist trabaja duro en su campaña, atravesando el estado de lado a lado. Pero la política nunca fue su plan: lo que quería era solucionar el problema del calentamiento global como presidenta de una cooperativa de electricidad de Vermont. Sin embargo, la elección de Donald Trump"cambió todo".
El presidente estadounidense asumió su cargo tras una campaña incendiaria y ha buscado dar marcha atrás en los derechos transgénero, incluido un intento para prohibirles la entrada a las fuerzas armadas y poner fin a las protecciones federales sobre el derecho a usar el baño que deseen en las escuelas.
El pacífico y rural Vermont, hogar de tan solo 624.000 personas, tampoco ha sido inmune a la creciente intolerancia. Han aparecido folletos que defienden el supremacismo blanco y grafitis racistas y nazistas.
Hallquist cuenta que decidió ser candidata cuando escuchó a cuatro jóvenes musulmanas recitar poesías sobre el acoso que han sufrido, un evento que la emocionó hasta las lágrimas y la convenció de que debía enfrentarse a un presidente al que acusa de atacar los valores estadounidenses.
"Tenemos un déspota que está haciendo todas las cosas clásicas que un líder autócrata en una república bananera haría", expresó.
Los sondeos son escasos en Vermont, por lo cual hay pocos datos objetivos sobre sus verdaderas chances frente a Scott.
Una encuesta del Partido Demócrata del 1 de octubre mostró a Hallquist tras Scott, con 42% versus 50%, con un margen de error de 4,86%.
Un sondeo de Morning Consult en julio señaló que el índice de aprobación de Scott cayó 18 puntos a 47%, mientras su desaprobación se duplicó a 42%.
Pero los republicanos tienen una leve ventaja en la recaudación de fondos y luego de solo dos años en el cargo, incluso algunos críticos están dispuestos a otorgar a Scott el beneficio de la duda.
Trump es odiado en Vermont y mientras Scott se ha distanciado del presidente, el equipo de Hallquist espera que demócratas e independientes acudan en masa a las urnas a apoyarla.
Alentada por su victoria en una primaria demócrata ajustada, se considera un modelo, y cree que su candidatura está ampliando la brújula moral del país. "Creo que Vermont es un faro de esperanza para el resto del país", manifestó.
Hallquist asegura que su estatus de género "no es un problema para Vermont", que el tema raramente es traído a colación por los votantes, y que por cada amenaza de muerte o correo agresivo recibe cientos de mensajes de apoyo de todo el mundo.
"Cada vez que voy a un evento... la gente llora", señaló.
Modesta y amable, Hallquist es el tipo de persona que te hace sentir bien cuando la conoces. Y más increíblemente, su familia ha sobrevivido a la transición. Aún vive con su esposa Pat, a quien llama su "consultora de imagen", y habla con orgullo de sus hijos.
Su propia madre, contó Hallquist, está "orgullosa y exultante".
Nunca se imaginó de niña que estaría en esta posición. "Hace 50 años ni siquiera sabía lo que era una mujer transgénero. Recién a los 44 años me enteré de que había otras personas como yo", cuenta. "Esto es bastante increíble".
Su sueño es el de una ola demócrata tras las elecciones del 6 de noviembre, que "cuando miremos atrás a 2018 lo veamos como el momento en que hicimos historia, cuando nuestra democracia sobrevivió a un déspota".