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31/07/2018 08:37 hs

Islandia reabre la guerra de la caza de las ballenas con una controvertida captura

Internacionales - 31/07/2018 08:37 hs
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Con la controversia desatada, el Instituto de Investigaciones Oceanográficas y de Agua Dulce de Islandia publicó el jueves de la semana pasada un análisis genéticode los tejidos del animal que mostraba que, efectivamente, era un híbrido, "cuyo padre era una ballena común y cuya madre era una ballena azul", y que "tenía características morfológicas propias de las ballenas azules y las comunes".

El martes pasado hizo exactamente 40 años que se cazó la última ballena azul. Era un macho de 22,4 metros, según los datos de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) divulgados por el profesor Trevor Branch, de la Universidad de Washington. Fue una captura pirata, porque la caza de la ballena azul estaba prohibida en todo el mundo desde hacía 13 años. En aquel momento, quedaban probablemente menos de 15.000 animales de esta especie.

¿Quién mató a aquella ballena? ¿Un barco soviético, japonés, noruego? ¿O un pirata con bandera de conveniencia, como el 'Sierra', que sería hundido en 1979 por activistas del grupo ecologista Sea Shepherd?

No. El barco era español, y su tripulación también. Pertenecía a la empresa Industrias Massó, y mató a la ballena, que pesaría unas 100 toneladas, con arpones 'fríos', es decir, sin carga explosiva. Así no se estropea la carne del animal, aunque, a cambio, se le puede provocar una agonía de horas. La ballena fue desembarcada en una factoría en el pueblo de Corcubión, junto a la Costa de la Muerte. Dos años después, dos barcos balleneros de Massó fueron volados por Sea Shepherd.

España fue el último país del mundo en dejar de matar ballenas (o rorcuales) azules: una en 1976, dos en 1977, y tres en 1978, según datos compilados por Álex Aguilar y Carolina Sanpera, de la Universidad de Barcelona. Desde esa última captura, el mayor animal que existe - y, posiblemente, el mayor animal que jamás haya existido - vivió 39 años, 11 meses y 14 días de tregua. Hasta que el 7 de julio pasado, miembros de Sea Shepherd vieron cómo se desembarcaba en la factoría ballenera de Hvalfjordur (que significa precisamente 'Fiordo de las Ballenas'), en Islandia, lo que parecía una ballena azul.

Y ahí explotó el debate. ¿Habían matado los balleneros islandeses uno de los entre 1.000 y 2.000 rorcuales azules que, según Branch, quedan en todo el Atlántico Norte?

Kristjan Loftsson, el dueño de la empresa ballenera Hvalur, que había realizado la captura, negó de inmediato que fuera una ballena azul. Se trataba, declaró, de un cruce de esa especie con un rorcual común, una especie algo menor. Que ambas especies se crucen es un misterio para la ciencia, dado que la distancia genética que les separa es similar a la que hay entre un ser humano y un gorila. Pero no es infrecuente. De hecho, el primer caso documentado fue en Galicia, en 1984, aunque ya en el siglo XIX los balleneros noruegos tenían un nombre para estos animales: "Ballenas bastardas".

Con la controversia desatada, el Instituto de Investigaciones Oceanográficas y de Agua Dulce de Islandia publicó el jueves de la semana pasada un análisis genéticode los tejidos del animal que mostraba que, efectivamente, era un híbrido, "cuyo padre era una ballena común y cuya madre era una ballena azul", y que "tenía características morfológicas propias de las ballenas azules y las comunes".

El problema es que los expertos no se acaban de creer esa afirmación. Y la renuencia de los islandeses a dar más datos alimenta las suspicacias. Las únicas fotos que hay del ejemplar son las de Sea Shepherd, que muestran una ballena azul "de libro". Ni Hvalur ni las autoridades de Reikiavik han facilitado más imágenes.

"Una opción es que los balleneros islandeses, que tienen una experiencia enorme y saben distinguir cada especie perfectamente, hayan matado un híbrido que era un calco de una ballena azul, lo que plantea la cuestión de si en otras ocasiones no han disparado a ballenas azules de verdad. La otra opción es que la ballena fuera en realidad un rorcual azul", explica en una entrevista telefónica Phillip Clapham, director del Programa de Evaluación de Cetáceos de Alaska. Para este experto, el análisis y las explicaciones de los islandeses "ponen en cuestión su honestidad en todo este caso". Reikiavik ha cazado cruces de las dos especies en el pasado, y la gran sospecha es si está divulgando el código genético del que fue muerto el 7 de julio o si, simplemente, ha sacado un trozo de híbrido del congelador y lo ha hecho pasar por esta ballena.

Solucionar esa duda es muy fácil. "Bastaría con que Islandia divulgara los datos genéticos que tiene de los otros híbridos que ha cazado, porque las posibilidades de que dos ballenas tengan la misma información genética es prácticamente cero", explica Clapham. Sin embargo, Islandia no parece tener intención de sacar esos datos a la luz.

Islandia también podría acabar con la controversia difundiendo los datos biométricos del animal. Basándose en las fotos de Sea Shepherd, y tomando como referencia los hombres que están llevando a cabo el descuartizamiento, Branch estima que "se trata de un cetáceo de entre 20 y 25 metros", según ha explicado. En el Atlántico Norte, los rorcuales comunes suelen medir entre 18 y 20 metros, y los cruces de esa especie con rorcuales azules entre 21 y 23 metros. Por encima de esa cifra, solo hay ballenas azules normales o rorcuales comunes descomunalmente grandes como no se han visto en un siglo.

Que Islandia matara una ballena azul no sería el fin del mundo. La especie se está recuperando, aunque muy lentamente. La subespecie antártica, que es la más grande, ha pasado de apenas 260 ejemplares en 1965 a cerca de 10.000. pero, aun así, su número sigue siendo diminuto en comparación con las cifras previas a su explotación comercial, y no está claro que muchas poblaciones estén creciendo. De hecho, ni siquiera sabemos cuántas subespecies de ballenas azules hay, o si se trata de más de una especie.

Pero, de con firmarse que el animal era un rorcual azul, se estarían confirmando las peores sospechas sobre la caza 'controlada' de ballenas. Nadie sabe con exactitud lo que sucede en alta mar, y controlar una a una todas las capturas es casi imposible. Análisis genéticos en supermercados de Japón en la década de los noventa mostraron que se estaban vendiendo especies protegidas, incluyendo ballenas azules, aunque Tokio replicó diciendo que esa carne llevaba congelada décadas. Cuarenta años después de que el macho de 22,4 metros llegara a Corcubión para ser descuartizado, el incidente de Islandia ha vuelto a poner de manifiesto los 'agujeros' en la conservación de las grandes ballenas.

El País

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