La Presidenta fue al grano. Su tema era la batalla contra los fondos buitre. Alertó sobre la necesidad de defender la sustentabilidad de las deudas y exigió una normativa internacional de cumplimiento obligatorio para hacer frente a la especulación financiera.
SAN PETERSBURGO.- Cristina Kirchnersuele mostrarse desafiante para enmascarar sus frustraciones. "Si se lo cruzan a Barack Obama en un pasillo, pregúntenle a él", respondió ayer a los periodistas argentinos cuando le preguntaron por qué creía que Estados Unidos había retirado el apoyo a la Argentina en el juicio contra los fondos buitre.
Como era previsible, fue ella quien se encontró con Obama en un pasillo del Palacio de Constantino a la hora de empezar las deliberaciones del G-20. Y no le preguntó nada: un saludo frío, sin palabras, sintetizó su reencuentro con el líder norteamericano.
La Presidenta prefirió condenar a los fondos especulativos y pedir una reacción a todos sus colegas. En su discurso, reclamó instaurar una regulación internacional para las reestructuraciones de deuda que obligue a los bonistas a aceptar las condiciones del país deudor cuando la gran mayoría las haya validado.
"Los fondos buitre tienen un poderoso lobby que quiere impedirnos seguir pagando, cuando el 93% de nuestros acreedores aceptó los canjes que propusimos", dijo la Presidenta en el debate reservado de la cumbre, según indicaron fuentes del Gobierno.
La preocupación presidencial por la deuda en default va en aumento desde que la Cámara de Apelaciones de Nueva York condenó al país a pagar al 100 por 100 los bonos en poder de fondos especulativos que no aceptaron los canjes de deuda lanzados por la Casa Rosada desde 2005.
Estados Unidos llegó a presentarse ante el tribunal para advertir del peligro que podría significar un fallo adverso a la Argentina para otras reestructuraciones de deudas de países en crisis. Pero ahora se niega a repetir la fórmula ante la Corte Suprema, donde el Gobierno apelará la condena. Incluso impidió incluir un párrafo contra los fondos especulativos en el documento final de esta cumbre del G-20.
"Hay una crisis del multilateralismo. Qué mundo es este en el que un problema tan serio como el de nuestra deuda, que puede afectar a otros países, se decide en la Corte de Estados Unidos. O en el que el Senado norteamericano decide si se bombardea o no en Siria", se quejó Cristina Kirchner en declaraciones previas a la reunión plenaria.
Fue impiadosa con las políticas de Obama: además de rechazar el posible ataque contra el régimen de Bashar al-Assad, cuestionó las barreras comerciales a productos de países emergentes ("hay mucha hipocresía cuando hablan de proteccionismo", dijo) y sugirió que la Casa Blanca le dio vuelta la cara a la Argentina por el lobby de los fondos buitre. "Incluso el Fondo Monetario pretendía interceder ante la Corte y no lo hizo por un bloqueo de Estados Unidos", se quejó.
En cambio, agradeció ante la prensa y en su discurso oficial el apoyo que le dio Francia, al presentarse ante la Corte norteamericana como "amigo del tribunal" en favor de la Argentina. François Hollande, aliado de Obama en la crisis siria, asintió con la cabeza.
La tensión con Washington por el problema de la deuda acerca a Cristina Kirchner a un desafío complicado: conseguir, sin apoyo político, que la Corte Suprema de Estados Unidos acepte discutir la apelación, cuando no suele tomar más de 30 o 40 casos al año. Obama no parece dispuesto a mover influencias en favor del gobierno kirchnerista. La relación bilateral quedó muy dañada después de que la Casa Rosada decidió firmar un acuerdo con Irán sobre el atentado contra la AMIA.
En Rusia, el presidente norteamericano se reunió ayer con los otros latinoamericanos del G-20, la brasileña Dilma Rousseff y el mexicano Enrique Peña Nieto. A ambos debió contenerlos ante las revelaciones de que la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos había ordenado espiarlos.
Los intentos argentinos por conseguir un gesto favorable para el juicio por la deuda en default se estrellaron antes de que la Presidenta tomara el avión a Rusia.
La frialdad de Cristina Kirchner con Obama contrastó con la máxima sintonía que tuvo con el anfitrión, Vladimir Putin, que atraviesa el momento más tenso de su vínculo con Washington.
La transmisión oficial de la cumbre registró casi 10 minutos de un amable diálogo entre ellos mientras caminaban hacia el deslumbrante palacio Peterhof, donde se celebró la cena de los presidentes. También habían entrado juntos a la sala de deliberaciones al empezar la cumbre.
Cristina Kirchner se sentó a la mesa redonda para repasar sus apuntes, mientras el resto de los presidentes intercambiaban saludos y charlas informales. Obama le pasó por detrás sin detenerse. Sí saludó a la embajadora argentina en Washington, la camporista Cecilia Nahón, que no pudo reprimir una cara de emoción ante la presencia del jefe del imperio.
Cuando le tocó hablar, la Presidenta fue al grano. Su tema era la batalla contra los fondos buitre. Alertó sobre la necesidad de defender la sustentabilidad de las deudas y exigió una normativa internacional de cumplimiento obligatorio para hacer frente a la especulación financiera. Propuso crear un mecanismo al estilo de las leyes de quiebra, que obligan a que todos los acreedores acepten el plan de pago del deudor cuando dos tercios o más del total dan el visto bueno. El documento final ya estaba firmado y no incluía referencias a la batalla argentina.
Sí mencionaba el compromiso de combatir las "guaridas fiscales", como se preocupó por llamar la Presidenta a los Estados que permiten la circulación intensiva de capitales sin regulación. Exigió no llamarlos "paraísos".
"Debemos congratularnos de que se han conciliado intereses de todos, como la búsqueda del crecimiento con empleo y la sustentabilidad de las deudas", añadió, según las fuentes.
Como consuelo, sacó a relucir un párrafo del documento del G-20 de la juventud, un foro donde sí la Argentina pudo incluir una condena explícita a los fondos buitre. "Con jóvenes así, que un día ocuparán nuestros lugares, sólo podemos tener esperanza para el futuro", cerró su prédica ante los políticos más poderosos del planeta.