Cualquiera que estuviera más o menos cerca de la industria tecnológica sabía que Nokia iba a ser adquirida por alguno de los gigantes tecnológicos que hoy se disputan los favores del público.
Microsoft era la apuesta más fuerte, porque, en la práctica, Nokia ya había rendido sus armas a los pies del coloso de Redmond cuando, en febrero de 2011, acordó usar Windows Phone en todos sus smartphones . No había sido una mala decisión. Windows Phone es un excelente sistema operativo para móviles. El problema es que su popularidad era, por entonces, nula.
En los hechos, más ayudó Nokia a Windows Phone que al revés; desde entonces el sistema de Microsoft logró alcanzar el 3,7% de participación del mercado mundial; más del 80% de esos equipos fueron fabricados por Nokia.
Pero quien de verdad necesitaba ayuda, al menos en términos financieros, no era Microsoft, sino Nokia. Esa ayuda es uno de los vectores de la noticia que se dio a conocer ayer a la madrugada: Microsoft comprará Nokia por unos 7200 millones de dólares y, si ninguna regulación se interpone, la fusión se completará en el primer trimestre de 2014. Más de 30.000 empleados de Nokia pasarán a trabajar para Microsoft, que hoy tiene cerca de 100.000, y la combinación de culturas corporativas será uno de los grandes desafíos que enfrentará el matrimonio.
No son pocos los que se preguntan -quien suscribe, entre otros- por qué Nokia no se pasó a Android en lugar de elegir Windows Phone. Respuesta: porque en aquel momento la compañía finlandesa estaba mejor parada y Google le exigía demasiado: que usara sus servicios, en particular, los mapas. Como Nokia había adquirido en 2007 la empresa de mapas Navteq por 8000 millones de dólares, no le vio sentido al asunto. Además, Microsoft le ofrecía 1000 millones de dólares al año por usar Windows Phone. Convenía.
Pero el cambio iniciado por el iPhone era demasiado profundo y las dificultades del fabricante finlandés se acentuaron al mismo enloquecido ritmo en que las ventas del iPhone y los Android escalaban. Según The New York Times, la participación de Nokia en el mercado chino pasó de 64% en 2010 al 1 por ciento hoy. Por eso, la noticia de la adquisición hizo que la acción de Nokia trepara ayer hasta un 37 por ciento.
Ahora, ¿qué obtiene Microsoft? Las patentes de Nokia y sus ingenieros. Además, cuadruplicará la cantidad de dinero que gana por cada teléfono vendido. Compra la munición que necesita para pelear en un mercado que le ha sido esquivo. Pero hay más.
La opinión generalizada es que la informática migró de un modelo estático (la computadora de escritorio) a otro móvil (la tableta, el smartphone ). Movilidad es la palabra clave, ¿cierto?
Sólo a medias. Ya había computadoras móviles, incluso tuvimos buenas computadoras de bolsillo, las Palm Pilot. Lo que en realidad cambió fue la experiencia que tenemos de las computadoras. La revolución no está en llevar un dispositivo en el bolsillo, sino en que ese dispositivo se ha transformado en una extensión de nuestros cuerpos.
No porque sí Jobs gastó una fortuna en desarrollar la pantalla táctil perfecta. No es sólo movilidad. Es movilidad más intimidad. Esa intimidad es lo que hace que los usuarios de Apple sean también sus principales y fervorosos voceros.
Pues bien, en ese sentido Nokia y Apple se parecen. Ambas establecen con sus usuarios una fuerte conexión emocional. La palabra Nokia, que ahora Microsoft podrá usar durante los próximos 10 años, le otorga un bien intangible, pero fundamental: una marca que despierta emociones.
Es un error pensar que la informática va hacia lo móvil. Ya está en lo móvil. Quienes traten de ganar esa batalla ya la han perdido. Hay que pensar más allá. No es imposible que en las conversaciones sobre esta fusión, que vienen desde hace al menos un año, Nokia le haya mostrado a Microsoft prototipos e ideas que podrían producir un salto cuántico no ya en la trillada movilidad, sino en la experiencia del usuario. En ese caso, ambos, Microsoft y Nokia, están obteniendo con este acuerdo exactamente lo mismo: futuro.