El ingeniero Philip Grossman visita la zona menos frecuentada de la central nuclear abandonada en busca de respuestas.
El ingeniero estadounidense Philip Grossman ha perdido la cuenta de las veces que ha visitado Chernóbil (Ucrania). Es un lugar abandonado desde que el sábado 26 de abril de 1986, a la 01.23 de la madrugada, el reactor número 4 de la central explotara durante unas pruebas de seguridad. Sigue siendo la mayor catástrofe nuclear de la historia. Ni siquiera la bomba en Hiroshima causó tantos estragos. Para él, Chernóbil es una obsesión que cada vez le suscita más preguntas. ¿Era una base militar soviética en la que se fabricaban armas nucleares? ¿El fallo técnico fue en realidad fruto de un sabotaje de la CIA?, se cuestiona.
Grossman regresa una vez más a la zona para intentar desentrañar tanto los misterios como las leyendas urbanas que giran en torno al lugar. Sus dudas, más que sus respuestas, pueden verse en Chernóbil tras el desastre, el documental de una hora de duración que emite DMAX este miércoles 25 de abril, un día antes de que se cumpla el 32 aniversario del suceso.
"Crecí a 20 kilómetros de la central nuclear de Three Mile Island, de Pensylvannia, que sufrió un accidente en 1979. De ahí nació mi obsesión por Chernóbil. Voy al menos una vez al año de visita a Ucrania, que es el país desde el que emigró mi familia. Lo que me engancha es tener la certeza de que nunca se ha contado lo que pasó verdaderamente", cuenta el estadounidense a EL PAÍS por teléfono.
Durante este programa especial, el ingeniero y fotógrafo aficionado se adentra por hospitales derruidos, fábricas abandonadas y barcos varados en medio del agua para relatar las consecuencias todavía latentes del desastre.
Las 50 toneladas de material radiactivo liberado en la atmósfera se cobraron 49 víctimas en el momento, pero han sido más de 4.000 las que han muerto de forma prematura por culpa de la radiación a la que estuvieron expuestos.
Los viajes de Grossman a la región comenzaron en 2011, cuando descubrió que un particular organizaba las visitas guiadas que en ese momento a ninguna agencia de viajes se le ocurría ofrecer. Tras muchos regresos y muchos nuevos contactos que sumar a su agenda, en esta ocasión ha tenido acceso a zonas muy restringidas de la antigua central. “Han sido necesarios meses de espera para obtener los permisos, pero en 30 años el Gobierno de la región ha cambiado y la administración del país es más flexible”, comenta.
Del “error humano” del que hablaban en su momento las autoridades soviéticas a la teoría conspiratoria que apunta a un ataque deliberado de la CIA estadounidense en plena Guerra Fría hay un trecho por el que Grossman se mueve a lo largo de todo el documental.
Pero el estadounidense prefiere no decantarse por ninguno de los dos extremos: "creo que las razones del accidente es una combinación de fallos relacionados con la ingeniería y alguna estrategia geopolítica”.
Un informe británico aseguraba en 2006 que un 40% del suelo de la Unión Europea presentaba entonces altas dosis de contaminación radiactiva. La amenaza sigue siendo evidente. “Es todavía muy peligroso pasar largas temporadas de tiempo allí y lo seguirá siendo durante muchos años”, asegura el ingeniero.
Es un sitio que se ha convertido en algo tan especial para él que incluso celebró su boda allí en 2015: “Mi esposa me había acompañado en varias expediciones, así que tiene un significado para ambos. Fuimos a una de las pocas iglesias que siguen en activo en la zona y nos casamos. Es una forma de traer nueva vida a un lugar que ha vivido tanta tragedia”.