Los días de viento, que en las últimas semanas –y como cada agosto- se acrecentaron volvieron a poner en escena en parte del mapa cordobés el fenómeno de las nubes de sal, que desde las costas de la laguna Mar Chiquita, en el noreste de la provincia, impactan hasta a cientos de kilómetros de distancia.
Las "nubes" se forman por el efecto que generan las ráfagas de viento que levantan la sal que se dispersa en las costas de la Mar de Ansenuza, la quinta laguna salada más grande del mundo. La sal en el aire no sólo se hace visible a la vista, y sobre todo para las imágenes satelitales, sino que se dispersa hasta largas distancias.
En ocasiones, el viento norte de cierta intensidad las ha hecho llegar hasta las zonas de Villa María y Bell Ville, casi ya el sudeste provincial.
El fenómeno se ve acrecentado desde el año 2003, cuando se empezó a observar una merma paulatina pero constante en el caudal de agua de la laguna. El achicamiento del espejo de agua deja mayores superficies de costas de sal, que las ráfagas de viento en ocasiones dispersan.
Desde hace años, sectores dedicados al estudio y la conservación de la Mar Chiquita vienen advirtiendo sobre el impacto que sobre ese ecosistema tiene la merma de ingresos de aguas de sus ríos afluentes.
Más que en los aportes de los ríos cordobeses Suquía y Xanaes (Primero y Segundo), se viene advirtiendo el menor caudal que deja en la laguna el mayor río tributario (el Dulce), que recoge tributarios desde Tucumán hasta Santiago del Estero.
En los últimos años se han sumado denuncias sobre el excesivo aprovechamiento de la cuenca Salí-Dulce, con extracciones de agua del cauce generalmente no autorizadas, que le quitan caudal. Muchas de ellas serían tomas para riego clandestino. En las últimas semanas, incluso, hay voces que advierten que ese caudal, en el marco de una prolongada sequía, se ha reducido a la mínima expresión.