Fue un viaje que empezó mucho antes de poner un pie en el avión. Arrancó con una necesidad de despojo, de limpieza. "Leyendo una nota sobre Marie Kondo, autora del libro La magia del orden, descubrí algo que en mi 36 años, era la primera vez que veía. Ordenar no solamente lo de afuera para que quede lindo, sino que ordenar lo de afuera o despojarme de los objetos, directamente ordenaba mi adentro. Compré el libro y lo leí en un día. Esa noche no dormí casi nada ansiosa por empezar con mi orden a la mañana siguiente. Soy diseñadora, por lo que amo las cosas lindas y hoy, mirando para atrás, tenía demasiadas cosas lindas, demasiados tesoros, demasiadas fotos, demasiados recuerdos, demasiada ropa, demasiados zapatos, demasiadas cosas en mi cocina. Pero por sobre todo, tenía demasiado adentro", explica Camila Lavori.
Desde 2015, la japonesa Marie Kondo se convirtió en un fenómeno internacional en ventas gracias a su libro sobre cómo organizar el hogar. Todo se reduce a dos tareas: eliminar objetos y decidir dónde guardar lo que se conserva. ¿La piedra angular para saber qué elegir? Quedarse solamente con aquello que produzca alegría. Y ese fue el proceso en el que se embarcaron Camila y su esposo Arturo, casi sin saberlo, en forma simultánea.
" El proceso del orden fue increíble. Arturo no podía creer lo que era nuestra cama cuando llegó de dar sus clases de golf, estaba repleta de mi ropa. ¿Y esa ropa?, me preguntó. Es la ropa que ya no uso, que la amo pero me queda horrible, que sí, era de mi abuela, pero no la uso, que sí, amo verla colgada pero nunca tengo una ocasión para ponérmela", recuerda con una sonrisa Camila. El mismo criterio aplicó con sus zapatos, carteras, collares y anillos y con los libros. Pero cuando llegó el momento de los recuerdos, eso fue mas difícil, porque los recuerdos eran de gente que ya no estaba, de personas que ella ya no veía, de cuando era chica. Miles de cartas, cartitas, papelitos y cositas conformaban su universo de tesoros. " Fue un camino muy intenso: yo, una persona consumista y que amaba las cosas, me estaba deshaciendo de todo. Ataqué primero mi placard, después el de los chicos, sus juguetes, después la cocina y la baulera (creo que ni me acordaba ni del 99% de lo que había en la baulera). Arturo ya había empezado su proceso antes que yo sin haber leído el libro. Los dos a la vez sin darnos cuenta estábamos haciendo lo mismo. Y empezamos a vender todo, absolutamente todo", dice Camila.
Salir del molde
De a poco, a medida que el orden surtía efecto en cada rincón de la casa y de la mente de Camila, la idea de viajar iba tomando forma entre esta pareja de profesionales. La organización se fue dando casi de manera espontánea; el objetivo estaba claro y todos los esfuerzos apuntaban en ese sentido. ¿El destino? Bali, en Indonesia.
No tenían claro cuánto tiempo iban a estar fuera del país y tampoco habían planificado un itinerario pero estaban firmes y seguros en la decisión que juntos habían tomado. "Contárselo a mi mamá y a mi numerosa familia, que con las caras ya me decían todo, fue lo más difícil. Pero no solo estaban las caras, sino los llamados y consejos y los están locos, cómo van a vender todo, cómo van a hacer esto con los chicos, cómo van a aprender, quién les va a enseñar. Como van a hacer con la plata, se están yendo a lugares raros, se van a quedar sin sus cosas. Todo esto y mas, seguramente muchas cosas mas pensaron todos y algunos las siguen pensando. Pero este proceso nos hizo mas fuertes como familia de cuatro", dice Camila.
Desde lejos todo se veía difícil, nuevo, diferente y daba miedo. Pero finalmente, en abril de 2017, llegó el gran día. Viajaban a través de un sistema de pasajes económicos con lo que supieron sobre la hora que había espacio en el vuelo que los llevaría a su destino. Una vez arriba del avión, reservaron habitaciones de hotel y se lanzaron a la aventura. "Estábamos listos. ¿Para qué? No lo sabíamos. Hoy se que estábamos listos para mucho y nada listos para otro mucho. Los chicos estaban felices al igual que nosotros", asegura ella.
Bali fue mágico de muchas maneras. Lejos de todo lo conocido, Camila, Arturo, Benicio de 5 años y Blas de 3 se enamoraron de la isla. "Los chicos fueron al jardín sin hablar nada de inglés. Hoy los dos hablan en inglés con cualquiera que se encuentran, hasta juegan en inglés entre ellos. Yo llegué a Bali sin saber andar en moto y hoy ya soy una experta. L legamos cuatro personas y hoy somos las mismas personas pero diferentes, tanto mejor diferentes. Aprendimos el arte de la paciencia, estamos los cuatro 24 horas juntos. Tenemos una pequeña y básica regla que es un tiempo en el día para cada uno, ese tiempo especial para que cada uno haga lo que tenga ganas", explica Camila.
Muchas preguntas, pocas respuestas
¿Y quién les enseña? ¿Cómo aprenden? ¿No extrañan? ¿Cómo se mueven? ¿No tienen itinerario? ¿Los chicos no tienen una rutina? Esas preguntas que algunas vez les habían hecho, siguen apareciendo donde quiera que vayan. "Salimos de nuestra zona de confort para conocer el mundo, y en el proceso nos conocimos más, nos amamos más y descubrimos que todo lo que nos propongamos es posible, que se puede cambiar de rumbo, de lo que nos dijeron que teníamos que ser y hacer, que literalmente es hoy lo que tenemos, ni mañana, ni ayer, hoy. Y lo que aprendimos de estos chicos, cómo viven el presente, llegan a un hotel, casa o couchsurfing y se acomodan, lo hacen propio, hacemos nuestro hogar donde estemos, porque nuestro hogar es donde estemos los cuatro juntos", dice Camila.
La experiencia directa de animarse a lo desconocido les dio las herramientas que estaban buscando. Confirmaron que el mundo era su escuela, que los chicos podían aprender a cada paso que daban, conocer nuevos paisajes, caras, razas, idiomas, climas, comidas, sensaciones, culturas. "Ellos lo vivieron, lo sintieron, lo experimentaron. Aprendimos como marido y mujer a respetarnos mas, a entendernos mas. Tuvimos las peores peleas, las más fuertes, pero nos hicieron mas fuertes, nos dijimos cosas que nunca nos habíamos dicho y aunque dolieron, nos fortalecieron. Nos enfermamos y extrañamos, vivimos situaciones que no querríamos volver a repetir, pero todo esto también nos hizo mas fuertes", afirma con seguridad y emocionada.
Una vida liviana
Viajan liviano, como aprendieron de quien se transformó en su gurú, Marie Kondo. Nunca habían tenido menos cosas materiales que en el presente y nunca antes se habían sentido sentido tan livianos, tan libres. "Todo lo que tenemos no está en nuestras mochilas, sino en las experiencias vividas. Los chicos llevan los juguetes que les entren en sus mochilas pequeñas, nosotros llevamos dos mochilas de mochileros para todos y eso un carry on para los aviones para compartir entre todos. Tenemos solo un par de zapatillas y un par de ojotas cada uno. A medida que fue avanzando el viaje, aprendimos a llevar solo lo necesario. Si entra algo nuevo, algo viejo se va para dar a alguien que lo necesite mas que nosotros", cuenta.
Tienen una frase que adoptaron como lema: enfrenta tu destino. Estuvieron en la selva con orangutanes, nadaron con tiburones, bucearon con manta rayas, escalaron montañas, conocieron ciudades a lo no turistas, durmieron en lugares hermosos y en otros que dejaron mucho que desear. ¿Van a sacar a los chicos de su zona de confort?, les siguen preguntando. "¡Sí, por favor! Exactamente fuera de su zona de confort es donde están en su mejor zona. No cambiaríamos ni un minuto de esta aventura por nada. Hoy después de recorrer Indonesia, Malasia, Singapur, Japón, China, Vietnam, Tailandia, hoy estamos en Nueva Zelanda y veremos qué nos depara el próximo destino, África", cierra con una sonrisa Camila mientras mira un mapa y sueña a lo grande con los pies sobre la tierra.
La Nación