Nicolás Augusto Gallegos tenía 19 años cuando su vida cambió para siempre (por primera vez). En una estadía en Buenos Aires, cayó de un octavo piso. 20 días después se despertó en el hospital Fernández, en donde le dieron la difícil noticia: la caída le había quebrado dos vértebras, provocando una lesión medular. Quedó parapléjico, condenado a "deambular en silla de ruedas permanentemente", según pensaba. Pero no sería así. Tenía 35 años cuando su vida volvió a cambiar para siempre (por segunda vez).
Luego de desafiarse con sus amigos, aceptó meterse al mar con una tabla de surf. Un par de olas lo hicieron enamorarse de este deporte para siempre. Desde ese día hasta hoy, con mucho trabajo y sacrificio de por medio, se convirtió en uno de los principales representantes argentinos de surf adaptado.
"Yo ni sabía qué era el surf adaptado. Me ataron a la tabla. Fue una inconsciencia tremenda. Pero cuando sentí que estaba siendo impulsado por la primera ola, acostumbrado a ser empujado por motores, tuve una sensación única e inolvidable, distinta a todo", reconoce hoy, a los 39, Gallegos.
Gallegos nació y vive en Miramar, a 40 kilómetros de Mar del plata. Trabaja como empleado bancario. Pero cuando le preguntan a qué se dedica, él responde sin dudar: "Piloto y surfista". Los deportes siempre fueron los caminos que encontró para demostrar que los límites no existen. Y vaya si lo demostró. Desde hace varios años, compite en los mundiales de surf adaptado como el Duke´s Oceanfest de Hawaii y el World Adaptive Surfing Championship de la ISA (International Surfing Association).
El marplatense
ya quedó en la historia del surf mundial al conseguir incluir al deporte en los Juegos Olimpicos, Tokio 2020.
Fuente: La Nación