La rutina del presidente de Estados Unidos fue develada por dos periodistas de The New York Times.
El gusto del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, por la comida rápida es algo que ya se sabe. Sus varias fotos comiendo combos de hamburguesas y sus paradas para comprar provisiones dulces durante la campaña electoral son la prueba de que los kilos del republicano no son sólo culpa de los genes.
Pero no son estos placeres culinarios los únicos hábitos poco saludables del mandatario que llegó a la Casa Blanca en enero de 2016. Según los periodistas del diario The New York Times, Maggie Haberman y Glenn Thrush, que trabajan desde septiembre en un libro sobre la presidencia de Trump, el ex empresario toma 4,3 litros de Coca-Cola light al día, lo que se traduce en 12 latas de 360 mililitros, es decir unos 564 miligramos de cafeína u once cafés, de acuerdo con lo publicado por el diario El Mundo.
Asimismo, los periodistas aseguran que el presidente duerme entre 5 y 6 horas por día y que detesta hacer actividad física, salvo jugar al golf, un deporte que desde el comienzo de su gobierno ya practicó en 79 oportunidades: Trump pasa uno de cada cuatro días en el green.
Eso sí. El presidente puede no ser un fanático del ejercicio pero es hiperactivo. Se levanta bien temprano y lo primero que hace es prender la televisión: hace un zapping por los noticieros de mayor renombre para advertir qué es lo que se está diciendo de él, tanto lo bueno como lo malo. De Fox News a CNN, el mandatario lo controla todo. Y en total, pasa de cuatro a ocho horas frente a la pantalla del televisor.
No es lo único que el presidente hace desde la cama, ni bien abre los ojos, no se sabe si cerca de Melania o no. También tuitea. Ya con toda la información televisiva y periodística en la cabeza, el republicano se despacha con su celular y en pocos caracteres. Contra todos: aquellos que no lo votaron y lo desprecian y también aquellos colaboradores que en algún momento no se mostraron completamente a favor de sus decisiones. Al usar la red social del pajarito Trump no vacila.
Con esta rutina a cuestas, el presidente está a punto de cumplir su primer año en Washington con la popularidad más baja de la historia para un mandatario y un panorama político algo confuso con una reforma fiscal que atacaría a los estados demócratas y la acusación de la interferencia de los rusos en su victoria, el llamado Rusiagate, que no lo deja ni a sol ni a sombra.