Después de mucho tiempo de amistad y enamoramiento, los compañeros de trabajo se animaron a cruzar la barrera. Pero antes, claro, hubo una romántica declaración de él.
Facundo Arana y Griselda Siciliani se dieron su primer beso en Farsantes en una escena romántica del atardecer en el campo.
“Estoy completamente enamorado de vos. Mal. Estoy muerto de amor. Me levanto a la mañana y estoy pensando en vos, me voy a dormir, pienso en vos. Durmiendo, sueño con vos. Y lo único que quiero desde que te conozco es quedarme solo con vos en la tierra", le dijo Arana a Siciliani.
Por un problema con el auto, los compañeros de trabajo se quedaron parados en la ruta y tuvieron un primer acercamiento bailando. Pero justo ahí, cuando parecía que todo estaba dado para el gran momento, llegó el novio de ella y los interrumpió. Lo que siguió fue una de las tantas peleas de los novios (por celos), que terminó con un portazo de Gabriela y la vuelta a los brazos de Alberto. A su único refugio.
“Estoy completamente enamorado de vos. Mal. Estoy muerto de amor. Me levanto a la mañana y estoy pensando en vos, me voy a dormir, pienso en vos. Durmiendo, sueño con vos. Y lo único que quiero desde que te conozco es quedarme solo con vos en la tierra. Si no estoy con vos, la paso mal. Sufro”, le dijo él a su amada. Ella, finalmente, aceptó lo que siente y le devolvió casi las mismas palabras.
Los compañeros mantienen una relación de puro amor, aún sin haberse involucrado sexualmente. Desde el primer capítulo se supo que él estaba enamorado de ella sin ser correspondido. Gabriela está atada a una relación desde su adolescencia y, abogada moralista por excelencia, se negó siempre a dar un paso en falso.
Para decirlo en criollo, Alberto fue haciendo el trabajo fino. Y lejos del galán canchero seductor, la fue atrapando con su cuidado, sus piropos ingenuos y su ayuda en los momentos más difíciles.
Ella, del otro lado, daba señales muy leves. Pero las daba. Hasta que él no aguantó más y llegó la confesión de amor, de esas a las que no le alcanzan ni las metáforas ni las exageraciones. Y el beso final terminó de decirlo todo.