Dos artistas, un investigador y el Equipo Argentino de Antropología Forense excavaron para recuperar una centena de volúmenes escondidos por una familia antes de partir al exilio.
Artistas, investigadores e integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense confluyen en "La biblioteca roja", un libro que cuenta -y muestra- el proceso de excavación y recuperación de un centenar de libros enterrados por la familia Alzogaray Vanella entre fines de 1975 y comienzos de 1976, antes de irse exilada a México. Regresó ocho años después; y, en la búsqueda, apareció un volumen deshecho. La decisión fue abandonar.
Las casualidades (y causalidades) reunieron a Gabriela Halac, fundadora del espacio de producción, formación e investigación artística DocumentA/Escénicas, y a Tomás Alzogaray Vanella, artista plástico, actor y docente, hijo de la familia de los libros enterrados.
Ella ya había trabajado con la historia de su papá que, en 1963, quemó su biblioteca. "Era militante de la Juventud Comunista y después de un primer allanamiento, hizo la quema", cuenta.
Alzogaray Vanella -quien había regresado a México por sus lazos de infancia- venía dándole vueltas al tema de la biblioteca enterrada: "Siempre fue parte de mi historia; era muy fuerte la imagen de mi papá, cuando volvimos a la Argentina, desenterrando y hallando objetos que ya no eran libros. Fue muy significante desde siempre".
En el 2014 Halac y Alzogaray Vanella empiezan con una serie de entrevistas -siempre en el patio- a Dardo y Liliana, quienes le cuentan la historia, cómo enterraron los libros, la relación que había en esa época con la biblioteca. Por ejemplo, el tiempo que dedicaban a buscar determinados títulos; el rescatar los de un amigo que no regresaba después de una marcha, cómo esos volúmenes circulaban entre ellos.
"Había un fuerte vínculo entre ideología, política y libros", describe Halac. Del relato surge que en los allanamientos "no había claridad en lo que se buscaba; se llevaban lo que daba 'sensación de peligrosidad'".
A Alzogaray Vanella lo conmueve cómo su mamá conservó algunos libros de poesía de Oliverio Girondo "aun cuando era una manera de jugarse la vida".
Los artistas diseñaron el proyecto "Biblioteca roja. Brevísima relación de la destrucción de los libros" -jugando con el título Brevísima relación de la destrucción de las Indias de Bartolomé de las Casas-y sumaron Agustín Berti, un becario del Conicet que estudia materialidad e inscripción. Contactaron al Equipo de Antropología Forense (con reconocimiento mundial por recuperar e identificar los restos de víctimas de violaciones a los derechos humanos), para que los ayudara en la excavación.
Alzogaray Vanella insiste en que estaban decididos a excavar pero "más como un gesto, como una acción de reivindicación, que con la intención de encontrar algo". El hallazgo de su padre de libros deshechos era un antecedente que los condicionaba. El proyecto es seleccionado en el programa "Plataforma Futuro" del Ministerio de Cultura de la Nación.
Empezaron a cavar (el patio había sufrido varias modificaciones); movieron unas cinco toneladas de tierra del patio y, finalmente, dieron con el pozo de cal. Fue una excavación rigurosa, con características arqueológicas, que quedó documentada por Berti.
Una fosa de libros
"El pozo estaba intacto -continúa Halac- era como una fosa común; con los libros envueltos en bolsas de plástico y atados. Agrupados por tamaño". Dardo murió unos meses antes del hallazgo y Liliana se ausentó intencionalmente esos días.
"Ella lo vio desde otra perspectiva, no como nosotros que lo interpretábamos como un acto extraordinario; nos movía la inquietud de ver qué había. Fue muy fuerte abrir el pozo y encontrarlos. El desenterramiento fue muy movilizador", relata el hijo.
Todo el trabajo se plasmó en otro libro, "La biblioteca roja", que se presentó acompañado por los volúmenes recuperados. Los artistas sostienen que "condesan discursos, los atraviesan, son objetos de cultura y de culto, testigos de una generación".
La mayoría de los libros recuperados están en buenas condiciciones, pero otros mutaron en su composición; los paleontólogos los definen como "material meteorizado". Halac sostiene que se convirtieron en lectores de una "biblioteca fantasma; lo que se podía leer en estos libros ya no está, pero 'qué otras cosas se pueden leer'".
En Córdoba hay otra historia significativa relacionada a las "bibliotecas perseguidas", la de Salomón Gerchunoff, abogado del Partido Comunista, quien estuvo secuestrado y pasó por el centro clandestino La Perla. Ocultó sus libros detrás de una pared en su casa que terminó vendida. Seis años después de que el muriera, en 2008, los hijos contactaron al nuevo dueño de la vivienda y recuperaron los cientos de texto. Todo está en el documental "La casa de los libros perdidos".